Jon Wujkiw es un muchacho argentino que se dedica a armar bicicletas en Vancouver, Canadá. Pero no fue en uno de sus productos que viajó desde su casa hasta esta ciudad: 229 kilómetros son demasiados para hacer pedaleando si uno no está bien preparado. Así que el sábado se subió a su moto y cruzó la frontera para llegar a esta ciudad para poder ver el partido entre la Argentina y Bolivia del martes, por la Copa América.
Una vez aquí, decidió dar un paso más: pagar una habitación en el exclusivo hotel de Bellevue -en las afueras de Seattle- donde se aloja la selección; cada doble ronda los 300 dólares diarios. Su objetivo, claro, era cruzarse con los jugadores. Así que sacó su tarjeta de crédito y se registró.
Para el mediodía del domingo ya se paseaba en el lobby con cara de contento: la posibilidad de convivir por tres días, aunque más no sea a unos metros, con los futbolistas que admira lo tenía entusiasmado. Pero las cosas se complicaron para Jon: en un momento se acercó a él una persona del hotel acompañada por cinco guardias de seguridad para decirle que debía irse “por haber violado las reglas establecidas”. ¿Qué había hecho Wujkiw? Meterse en un piso vedado para el resto de los pasajeros, que está reservado solo para toda la delegación argentina. Lo único que logró, mientras era invitado a retirarse, fue que le devolvieran la mitad del dinero: había pagado hasta el miércoles, el mismo día que la selección dejará Seattle.
Ayer a la tarde, durante el entrenamiento, se paseaba en su moto por el predio donde practicaban los jugadores. Lejos de estar apenado, se mostraba feliz: “Me llevo el autógrafo del Kun”, contaba.