¿Se puede tener sexo todos los días estando en pareja?

La vulgata dice que el deseo desaparece, que se desgasta, que merma con la convivencia y el trajín diario. Sin embargo, hay un lugar en el que sostener la ilusión y la conexión interna con el otro hace que el deseo renazca cada día como el Ave Fénix.

Cuando se pregunta si es posible tener sexo todos los días, las respuestas habituales las da la medicina. Así es que se termina diciendo que, en realidad, la frecuencia sexual depende de cuestiones tales como el estado general de salud, el momento del ciclo menstrual, la ingesta o no de ciertos medicamentos, alcohol o psicofármacos, el estrés, entre otros.

Pero estos enfoques dicen muy poco acerca de lo que realmente nos interesa. Porque lo importante no es cuánto, sino cómo. La pregunta a responder es, entonces, “¿es posible sostener el deseo sexual por una persona todos los días?”.

El cuerpo que deseamos (seguimos deseando)

En primer lugar, revisemos el cuerpo de la pareja, que se nos muestra y miramos, que se nos ofrece y podemos recorrer, pero -sobre todo- que nos habla de algo que nunca terminaremos de descifrar: su propio deseo. Es el cuerpo erótico, que, incansablemente, una y otra vez, nos atrae a buscar ese momento ilusorio en el que creemos comprenderlo y sentir por un instante que, al fin, hemos logrado ser el deseo del otro.

“¿Es posible sostener el deseo sexual por una misma persona todos los días?”

¿Cuánto importa el cuerpo real? Mucho, pero no por sus formas, sino porque protagoniza la escena funcionando como un señuelo irresistible que llama, atrae la mirada y captura nuestro deseo; y hacia él vamos, buscando el goce para los sentidos y, en el momento vertiginoso del placer, repetir la adictiva magia de sentirse todo para alguien.

Es por esto que el deseo sexual no se agota, porque no sólo va detrás de un orgasmo, va detrás de una ilusión (y también de un misterio).

¿Qué es lo que hace que nos resulte sexualmente atractiva una persona y no otra? Empecemos con una afirmación que puede parecer extraña: nadie es atractivo por sí mismo, el atractivo reside en lo que representa, imaginariamente, para otro.

Una persona nos atrae cuando sentimos que puede llenar algún vacío en nuestro mosaico interior, cuando presumimos que podrá satisfacer un anhelo íntimo y anterior. Aun cuando hablemos de atributos físicos, todos preferimos ciertos rasgos más que otros ya que cada uno de nosotros tiene su propio cliché erótico, y este patrón viene de la historia personal. ¿Qué otra cosa si no, puede querer decir la reiterada frase “encontré el hombre –o la mujer- de mis sueños”?

Y es así que seducir, conquistar y tener sexo con esa persona adquiere, entonces, un significado especial, porque sin pensarlo, sin saberlo del todo, la colocamos en el lugar privilegiado de la satisfacción narcisista. La deseamos por lo que es, por lo que le atribuimos ser y por lo que sentimos que somos a su lado.

La rutina, esa acechadora

Otra de las claves está en la siguiente idea: los cuerpos no resisten al paso del tiempo, pero lo que el otro representa sí puede hacerlo. En la medida en que ese significado se mantenga, el deseo también lo hará. El deseo no se apaga por la rutina o porque los dos engordaron, se apaga cuando se desvanece la ilusión que lo encendió.

En síntesis, ¿es posible sostener el deseo sexual por una persona todos los días? Sí, es posible. Claro que no en el “todos los días” del almanaque, pero sí en el sentido de persistencia y continuidad de la vida, aunque nadie puede lograrlo solo. Hace falta un vínculo que se atreva a los riesgos de mantenerse sexuado, de vivir en esos planos diversos y cambiantes en los que habita el erotismo, siempre a mitad de camino entre lo real y lo imaginario.

Por el doctor Pedro Horvat, médico psiquiatra y psicoanalista, especialista en relaciones familiares y vínculos de pareja.