El marginal y un final que huele a segunda temporada

El último episodio de la serie que protagoniza Juan Minujín mostró escenas de acción muy bien logradas y dejó cabos sueltos que presagian más episodios

En general los capítulos finales en las series o telenovelas suelen ser una sucesión aburrida de cierres de las distintas tramas que se abrieron en la historia. El marginal, en su último episodio, se alejó de este esquema. Se concretaron algunos finales y otros quedaron abiertos, pero todo en un capítulo con gran despliegue de acción, intriga que no se diluyó hasta el último minuto y resoluciones con giros inesperados.

No develaremos aquí mayores detalles de cómo se resolvió el capítulo -el domingo, a las 23, la TV Pública lo repetirá- dado que la serie completa está disponible en Netflix. Muchos de los conflictos que se vinieron incubando dentro de la cárcel tuvieron su desenlace en un motín que planeó Borges (Claudio Rissi), el mandamás de un sector de los reclusos, para castigar a los que se enfrentaban a él en la “Villa” del patio de la penitenciaría. Alrededor de ese hecho, que se fue gestando durante todo el episodio, se mostraron otras situaciones: los planes de Palacios ( Juan Minujín ) para avanzar fuera de la cárcel en su relación con Ema (Martina Guzmán), la trabajadora social; las manipulaciones de Antín (Gerardo Romano) para avanzar en su gestión corrupta y llevarse una enorme ganancia del penal; los planes de Palacios para fugarse y su relación con Diosito (Nicolás Furtado), un recluso, mano derecha de Borges, con el que mantuvo una incipiente relación.

El episodio, como todo el desarrollo del relato de la serie, tuvo presencia de elementos simbólicos que aportaron a la estética particular del programa, con movimientos originales de cámara, un tratamiento específico del color, saturado por momentos y volcado a la ausencia del mismo, en otros. Pero el símbolo predominante en este caso fue la inclusión de un partido entre la Argentina y Brasil por las eliminatorias para el Mundial de Rusia 2018 que los reclusos se aprestaban a ver.

El clima de euforia y de enfrentamiento entre facciones dentro de la cárcel se potenciaba con las imágenes en espejo de la transmisión televisiva del partido y un tácito enfrentamiento entre las hinchadas de los dos países. En este clima fue madurando el motín, que culminó con escenas de gran dramatismo, con un ritmo muy acelerado de varias situaciones paralelas impecablemente resueltas en pantalla. Un incendio pavoroso, enfrentamientos con arma blanca y a tiros, varios ajustes de cuenta, escapes y el socorro de los bomberos y paramédicos.

Un marco perfecto para que los finales previsibles encontraran la posibilidad de otros rumbos. Y los encontraron, sorprendiendo a los televidentes y dejando el campo preparado para sembrar una segunda temporada cuya realización ya negocian Netflix y la productora Underground para el año próximo.