El juego es la mejor actividad extraescolar y te contamos por qué

Mejora la autoestima, potencia la creatividad y prepara para la vida adulta.

Forzados por los horarios laborales o impulsados por el afán de convertir a sus hijos en adultos superpreparados, muchos padres se esfuerzan en seleccionar –y encajar en la agenda– las actividades que harán los chicos al salir de clase. La oferta es cada vez más amplia, variada y cautivadora, pero también son más las voces que insisten en que la mejor extraescolar, la más educativa y la que más prepara para la vida adulta es el juego. Y en la medida de lo posible, el juego libre, entre iguales.

Maestros, pedagogos y psicólogos advierten que la agenda de muchos niños está sobrecargada por actividades dirigidas y supervisadas por adultos, y que en esas planificaciones a menudo no se incluye un tiempo para jugar por más que el juego está considerado “una necesidad vital” de la infancia, como respirar o comer.

Imma Marín, consultora especializada en juego y educación y directora de Marinva, enfatiza que el juego se ha convertido en un bien escaso aunque nunca como ahora se habían conocido sus beneficios y contribuciones al desarrollo infantil. Esta misma semana, la sección de Psicología del Desarrollo de la Sociedad Británica de Psicología, se hacía eco, en su conferencia anual, de un estudio de la Universidad de Oxford Brookes que vincula la participación en juegos de fantasía con el pensamiento creativo.

“Se buscan actividades extraescolares formativas porque se proyecta en los niños la necesidad de ser adultos muy preparados, pero en el juego aprenden un montón de habilidades sociales y de creatividad que seguro les harán falta en el futuro, sean cuales sean sus trabajos”, opina la antropóloga de la educación Petra M. Pérez. Y recuerda que jugando los niños ponen en marcha la imaginación, se plantean objetivos, tienen que pactar, cumplir normas, aprender a esperar, a ponerse en el lugar de otros…

“Los papás buscan ocupar a los niños con actividades que les resulten útiles sin reparar en que jugar no es una pérdida de tiempo, que hay muchos aprendizajes en el juego libre, además de los que facilita cada juego concreto”, agrega Marín.

• Mejora la autoestima

Poder organizarse de forma autónoma, superar retos (incluido el aburrimiento), saltar un obstáculo o ganar una carrera sin ayuda de adultos, produce satisfacción en los niños y les enseña a resolver situaciones inesperadas.

• Es creativo

El juego admite el error, lo irreal, las incongruencias, inventarse lugares, personajes o situaciones… Y así potencia la imaginación, la creatividad, la innovación.

• Transmite valores

Probar una y otra vez hasta dominar la patineta implica perseverancia. Jugar con otros niños exige negociar, pactar y, a veces, relegar los propios intereses.

• Socializa

Jugar supone aceptar las normas –ya sean las del fútbol, o la de una persecución de policías y ladrones–, acordar quién regulará las trampas, saber resolver conflictos, tomar decisiones en función de ciertos liderazgos o de la mayoría… Se aprende a interactuar con otros: a escuchar, a discutir, a pelearse y a reconciliarse.

• Fomenta el autocontrol

Jugar entre iguales obliga a aceptar los límites que los demás imponen y a canalizar la frustración sin agresividad, porque si no aceptás las reglas o no te comportás de forma adecuada los otros chicos no juegan con vos.

• Fija los aprendizajes

Jugar permite a los niños asimilar y poner en práctica los conocimientos adquiridos, experimentar por sí mismos lo que en la escuela o en casa les contaron y también descubrir cosas nuevas.

• Favorece la comunicación

Mientras los niños discuten sobre a qué jugarán, piensan y comentan la historia, reparten los papeles y se organizan para poner en marcha el juego, aprenden a expresarse y trabajan el lenguaje.

• Da agilidad

Los juegos infantiles contribuyen a desarrollar actividades psicomotrices de todo tipo y muchos de ellos también trabajan la agilidad mental.

• Desestresa

Jugar proporciona placer y satisfacción, favorece la descarga de tensiones y da la oportunidad de expresar sentimientos y emociones de una forma más fluida que en otros contextos. Jugando uno puede hacer tonterías, equivocarse sin miedo al castigo, sin presión por un posible error.

• Enseña

El juego es un ensayo para la vida adulta. Y no sólo el juego simbólico, es decir, cuando se juega a ser mamá y papá, a comprar y vender, a pasear a las muñecas, al doctor o a ser maestros. También se ponen a prueba recursos que serán fundamentales al crecer mientras se pactan los límites para jugar a las escondidas, cuando se discute porque alguien hizo trampa o se reparten tareas para hacer una cabaña o un castillo de arena.