En realidad no es una cuestión urgente, como en el caso de otras sustancias, porque el organismo es capaz de almacenar hierro y, en caso de necesitarlo, recurre a esas reservas. Eso hace que uno no caiga de inmediato en una anemia aunque no esté consumiendo mucho hierro en su vida cotidiana.
Igualmente, no hay que descuidarse, porque una vez agotadas esas reservas la falta de hierro puede provocar cansancio, falta de concentración, dolores de cabeza, palidez, debilidad de las uñas y caída de cabello.
Las mujeres suelen verse más afectadas que los hombres por estos inconvenientes porque sus organismos necesitan más hierro. Para ponerlo en cifras: necesitan 15 miligramos diarios y, durante el embarazo, 30 miligramos. Los hombres, en cambio, necesitan 12 miligramos. ¿Por qué? Porque las mujeres pierden mucho hierro con la menstruación.
Si se presentan síntomas, no es bueno cruzar a la farmacia y comprarse un preparado para suplir esa falencia, porque puede suceder que uno ingiera hierro por encima de la dosis recomendada, y eso también puede tener un efecto perjudicial.
No hay vuelta: en esos casos, hay que ir al médico y hacerse análisis sanguíneos que determinen a ciencia cierta si uno está anémico o no. De eso dependerá el tipo de tratamiento a seguir, porque las causas pueden ser múltiples. La anemia puede verse disparada por el sangrado de las encías, por pérdida de sangre durante una operación o por sangrados no detectados en la zona del intestino.
También puede remitirse a fallas en el procesamiento de la sustancia o incluso a una alimentación poco balanceada o ausente de carnes.
Es importante establecer las causas para que el tratamiento sea efectivo. Una posibilidad es que el médico decida recetar pastillas de hierro para que se recuperen las reservas del organismo. Por lo general, hay que tomarlas temprano por la mañana, en ayunas, con mucho líquido, y no hay que asustarse si durante ese tiempo las deposiciones son de un color distinto.
Pero para evitar esos desajustes poco agradables, lo ideal es no descuidar la alimentación. El hígado, la carne de cerdo y de vaca, los huevos, el pescado y el pollo aportan bastante hierro.
De todas formas, no hay que obsesionarse con la carne, porque aporta hierro pero también suele tener bastante grasa.
Para los vegetarianos, lo ideal es consumir productos integrales, legumbres, remolacha y verduras verdes como la espinaca.
Otro consejo: mejor no beber ni café ni té negro con las comidas, porque pueden bloquear la absorción del hierro. El calcio que contienen los productos lácteos también puede ser un rival del hierro, por eso se recomienda dejar que pase al menos media hora entre el consumo de alimentos con hierro y el consumo de alimentos con calcio.