¿Tu perro te quiere más a ti o a su plato de comida?

Un estudio analiza si los perros se motivan más por un premio en forma de comida o por el elogio de su dueño.

No hay momento en el animal al que llamamos “mejor amigo” no nos sorprenda. Hace poco supimos que nuestros perros entienden no sólo nuestras órdenes, sino cómo se las decimos. Pues bien, hoy parece que podemos dar una pequeña respuesta a otra de las grandes incógnitas de su comportamiento: ¿podría ser la motivación de su amistad algo más egoísta de lo que pensamos?

Un estudio publicado en la revista ‘Social Cognitive and Affective Neuroscience’ se propuso averiguar si nuestras mascotas son leales o si su relación con los seres humanos está motivada por los alimentos. En definitiva, querían demostrar si son sólo máquinas ‘pavlovianas’ que ven a sus propietarios como el medio para conseguir comer.

Los dueños de estos animales hipersociales son conscientes de la motivación que tienen las “chuches” y los experimentos como los de Pavlov y la famosa campana que les hacía salivar a la espera de recompensa lo han confirmado.

Pero esos premios a veces vienen en forma de achuchón o elogio, y fuera del laboratorio es difícil determinar cuál motiva más a los canes, sabiendo que hay montones de estudios modernos que muestran que valoran el contacto humano en sí mismo.

La prueba de los tres juguetes

Para probar estas teorías, los investigadores entrenaron a 32 perros para asociar en un espacio concreto tres juguetes distintos con distintos resultados. Un cepillo de peinar representaba una recompensa cero, un camión de juguete rosa un premio de comida y un muñeco azul los elogios de sus dueños.

Después de completar exitosamente el adiestramiento, conectaron a los perros a una máquina de resonancia magnética para observar sus respuestas a cada uno de los juguetes.

Lo siguiente fue una prueba de comportamiento: los perros volvieron a entrar al mismo espacio que conocían y se encontraron con dos caminos posibles. Uno acababa con una buena pitanza y otro con su dueño de espaldas, el cuál alababa a su perro si le elegía.

De los trece que completaron ambos experimentos sólo dos eran glotones empedernidos, es decir, que siempre preferían la comida a interactuar con su propietario. A la gran mayoría las dos cosas les gustaba por igual, con una ligera inclinación a preferir el “¡muy bien, buen chico!” de los humanos.

Pero los investigadores encontraron que los perros respondieron a la hora de elegir uno de los dos caminos de manera similar a la forma en que respondieron al experimento de asociación del juguete, mostrando personalidades individuales ante cada estímulo.

Aunque la mayoría de los perros alternaron en sus decisiones, los que tenían más propensión a preferir la alabanza en el experimento de los juguetes optaron siempre por ir a por sus propietarios entre el 80% y el 90% de las ocasiones.

Esta individualización de personalidades puede servir para elegir el tipo de perro que se necesite en cada momento, tanto para necesidades terapéuticas que exigen mayor dedicación a los humanos como para otras labores, por ejemplo las de rescate y búsqueda, que requieren más independencia.

Un perro durante el estudio

También puede haber quienes los prefieran glotones, como Ozzie (en la imagen superior), un cruce de terrier de pelo corto, que fue el único en los experimentos que antepuso la comida a su propietario en el 100% de los casos. Pero seguros que le quieren igual, aunque sea un pequeño tragón.