Rosas hechas con balas y aviones de combate para recordar a los muertos en Malvinas

El orfebre Juan Carlos Pallarols las confeccionó a partir de donaciones de veteranos de guerra argentinos e ingleses y se pueden visitar en el Museo de Arte Decorativo hasta el domingo; luego algunas de ellas serán emplazadas en los cementerios de las islas

Balas y aviones de combate convertidos en delicadas y bellas flores que sólo pueden inspirar buenos sentimientos. Dos rosas por la paz, la obra con la que el orfebre Juan Carlos Pallarols quiere rendir homenaje a los caídos en la guerra de Malvinas, se exhibe en sus versiones de bronce y de aluminio hasta el domingo en el Museo de Arte Decorativo.

Se trata de dos rosas de bronce – de 82 centímetros de largo, en alusión al año en el que se libró la guerra- realizadas a partir de vainas servidas y balas usadas durante el conflicto bélico que enfrentó a Inglaterra con la Argentina. Otras dos flores en exhibición, de aluminio en lugar de bronce, miden tres metros y medio de largo y fueron confeccionadas con restos de aviones Harrier ingleses y de A4 argentinos.

De cada cabo de las grandes flores brotan ocho hojas que tienen grabadas los nombres de las 649 víctimas argentinas; trabajo -el del grabado- en el que participaron familiares de los caídos.

Hasta el domingo, ese insólito jardín metálico se exhibirá sobre un soporte instalado en el centro del elegante salón de baile del Museo de Arte Decorativo.

Después serán llevadas a una plaza de González Chavez, localidad de la provincia de Buenos Aires sobre la ruta 3. “Ese municipio me las pidió para instalarla sobre un puente en una plaza. También me están pidiendo otras iguales para Londres, Rosario, Salta, Cañuelas, pero no sé para cuando las podré hacer”, dijo Pallarols, a quien también lo contactaron de Naciones Unidas para exponer sus rosas en países en conflicto como Siria, Palestina e Israel.

Las rosas de aluminio, hechas de restos de aviones Harrier ingleses y A4 argentinos, de tres metros y medio de largo
Las rosas de aluminio, hechas de restos de aviones Harrier ingleses y A4 argentinos, de tres metros y medio de largo. Foto: LA NACION / Soledad Aznarez

Dos de las flores pequeñas se trasladarán a los cementerios San Carlos y Darwin de Malvinas donde están sepultadas las víctimas inglesas y argentinas. Otras dos se programa arrojarlas al mar en la zona donde yace el crucero General Belgrano y en Bahía Agradable, donde los ingleses registraron numerosas bajas.

“Una quinta rosa se dejará en el lugar donde vivía una familia inglesa, en las islas, que fue bombardeada por los ingleses por error”, dijo Pallarols.

Su intención de honrar a los caídos se remonta a 1983, cuando le pidieron que realizara el bastón de mando que se entregaría al entonces presidente electo, Ricardo Alfonsín. En él introdujo tres pequeños cardos en representación de las Islas Malvinas, Georgias y Sandwich del Sur. Homenaje que Pallarols mantuvo en los otros once bastones de mando que hizo para los siguientes presidentes. “Esos cardos eran como pequeñas flores que debían madurar y crecer de forma natural y sin violencia”, afirma el orfebre.

En las hojas de las flores están consignados los nombres de las 649 víctimas argentinas del conflicto bélico
En las hojas de las flores están consignados los nombres de las 649 víctimas argentinas del conflicto bélico. Foto: LA NACION / Soledad Aznarez

Pero Dos rosas por la paz tiene su génesis, hace menos de dos años, en el deseo del artista de hacer el camino inverso al de las historias de las guerras. “Las guerras se hicieron a partir de obras de arte: se vendían y se fundían obras de arte para hacer cañones. Me propuse entonces fundir las balas para hacer pétalos. Y así empecé a pedir balas”, recuerda. En cuanto los veteranos de guerra argentinos supieron de su proyecto le acercaron esos tristes tesoros de guerra a los que se le agregaron otros enviados por ex soldados ingleses.

Cada capullo tiene un metro de largo. El interior de los pétalos están pulidos y, el exterior, satinado, por lo que el efecto visual es el del “terciopelo” e invita a tocarlos.

Para hacerlo más maleable, el aluminio de los aviones fue mezclado con material virgen. “Lo único que no fue fundido fueron los tallos; los hice con tubos de los aviones”, contó el orfebre. Algunos de esos tubos en su estado original se exhiben junto a balas y cajas de las usadas para trasladar las armas. En ellas, en vez de bombas, se ven espinas de alumnia que esperan ser insertadas en los tallos.

En 1982 Pallarols vivía en los Estados Unidos. “Allá veía por la TV cómo se preparaban los ingleses, con trajes térmicos eléctricos; viajé a Buenos Aires y vi que un grupo de mujeres tejían bufandas como si fueran damas sanmartinianas que hacían las prendas para los soldados que cruzarían la cordillera”, recuerda como antecedente de su intención de homenajear a esas familias que sufrieron tanto.