Un día después de su mediática pelea con Taylor Swift, Kim Kardashian siguió haciendo lo que mejor le sale; facturar.
Según Page Six del New York Post, la mujer de Kanye West armó una pyme que mezcla su amor por las selfies con su amor por los negocios. Kim revolucionó los Hamptons al asistir a la fiesta de millonarios por la que cobró $700.000 dólares por una hora en la que solo tuvo que sonreír y sacarse fotos con los presentes. Una vez finalizado el tiempo contratado, un jet privado la llevó nuevamente a su casa de Los Ángeles.
