El papa Francisco creó 17 nuevos cardenales de los 5 continentes

Llamó a combatir "la epidemia" de la polarización

En el tercer consistorio de su pontificado -en el que creó 17 nuevos cardenales de los cinco continentes, reforzando el papel de las periferias y disminuyendo el predominio europeo-, el papa Francisco llamó hoy a combatir “la epidemia” de la polarización y de la exclusión, así como la “patología de la indiferencia”.

“La nuestra es una época caracterizada por fuertes cuestionamientos e interrogantes a escala mundial. Nos toca transitar un tiempo donde resurgen en nuestras sociedades, en forma de epidemia, la polarización y la exclusión como única forma posible de resolver conflictos”, lamentó Francisco, en una homilía fuerte, inspirada en el Evangelio del día.

“Vemos, por ejemplo, cómo rápidamente quien está al lado nuestro ya no sólo posee el estatus de desconocido o de inmigrante o refugiado, sino que se convierte en una amenaza, adquiere el estatus de enemigo. Enemigo por venir de una tierra lejana o por tener otras costumbres. Enemigo por su color de piel, por su idioma o su condición social, enemigo por pensar diferente e inclusive por tener otra fe. Enemigo por… Y sin darnos cuenta esta lógica se instala en nuestra forma de vivir, de actuar y proceder”, afirmó el ex arzobispo de Buenos Aires, en una Basílica de San Pedro teñida de rojo.

Con sus vestimentas de ese color se destacaban, en primera fila, los nuevos cardenales, de los cuales 13 son electores es decir, menores de 80 años y con derecho a participar en un eventual cónclave, acompañados por el resto del colegio cardenalicio. El rojo es el color de la sangre, que los nuevos cardenales, máximos colaboradores del Papa, que deben proveer a su elección, deben estar dispuestos a derramar, como dijeron al jurarle fidelidad.

Durante el rito solemne, los nuevos “príncipes de la Iglesia” recibieron sus símbolos cardenalicios: el birrete púrpura y el anillo, así como la titularidad de una iglesia romana. Al final de la ceremonia, en una nueva señal de cariño hacia su predecesor, Francisco y los nuevos cardenales se trasladaron en combis hasta el Monasterio Mater Ecclesiae, del Vaticano, para saludar a Benedicto XVI, papa emérito.

En su sermón, Francisco recordó que “el enemigo es alguien a quien debo amar” porque “en el corazón de Dios no hay enemigos, Dios tiene hijos”. Pero destacó que no pasa lo mismo en la vida de los hombres de hoy, en la que “las diferencias se transforman en sinónimos de hostilidad, amenaza y violencia”.

“Cuántas heridas crecen por esta epidemia de enemistad y de violencia, que se sella en la carne de muchos que no tienen voz porque su grito se ha debilitado y silenciado a causa de esta patología de la indiferencia”, denunció. “Cuántas situaciones de precariedad y sufrimiento se siembran por este crecimiento de enemistad entre los pueblos, entre nosotros. Sí, entre nosotros, dentro de nuestras comunidades, de nuestros presbiterios, de nuestros encuentros. El virus de la polarización y la enemistad se nos cuela en nuestras formas de pensar, de sentir y de actuar”, destacó.

Haciendo autocrítica, el Papa se refirió también a lo que pasa en el seno de la propia Iglesia católica. “No somos inmunes a esto y tenemos que velar para que esta actitud no ocupe nuestro corazón, porque iría contra la riqueza y la universalidad de la Iglesia que podemos palpar en este Colegio Cardenalicio”, dijo. “Venimos de tierras lejanas, tenemos diferentes costumbres, color de piel, idiomas y condición social; pensamos distinto e incluso celebramos la fe con ritos diversos. Y nada de esto nos hace enemigos, al contrario, es una de nuestras mayores riquezas”, subrayó.

Finalmente, llamó a los nuevos cardenales a abrir los ojos para mirar las heridas “de tantos hermanos y hermanas privados de su dignidad, privados en su dignidad”.

“Querido hermano neo Cardenal, hoy se te pide cuidar en tu corazón y en el de la Iglesia esta invitación a ser misericordioso como el Padre, sabiendo que «si hay algo que debe inquietarnos santamente y preocupar nuestras conciencias es que tantos hermanos vivan sin la fuerza, sin la luz y el consuelo de la amistad con Jesucristo, sin una comunidad de fe que los contenga, sin un horizonte de sentido que dé vida»”, pidió, citando palabras de la exhortación apostólica Evangelii Gaudium.

Francisco ya había creado cardenales en febrero de 2014 y 2015. Con esta nueva tanda, la tercera, cambió radicalmente la geografía del cónclave que elegirá a su sucesor. Corrigiendo desequilibrios del pasado, entre los cardenales electores ya no son mayoría los europeos -como sucedió en el último cónclave-, sino que tiene más presencia el sur del mundo. De los 121 electores que hay ahora, por primera vez Europa representa el 45 por ciento de los purpurados. El continente americano, el 28 por ciento (América septentrional, 14 por ciento; América del Sur, 11 por ciento; América Central, 3 por ciento); África, 12 por ciento; Asia, 12 por ciento y Oceanía, 3 por ciento.

En línea con los dos anteriores consistorios, Francisco abandonó la tradición que indicaba que algunas sedes automáticamente recibían el birrete cardenalicio. Restringió el número de cardenales de la curia romana y privilegió a pastores “con olor a oveja”, con una visión de Iglesia cercana a los más pobres y a las periferias del mundo, dejando atrás un colegio cardenalicio en los últimos cónclaves predominantemente eurocéntrico.

Dándole un espaldarazo a sacerdotes en primera línea, designó por primera vez cardenal a un nuncio en funciones: monseñor Mario Zenari, embajador del Vaticano en la castigada Siria. Zenari, el único italiano de los nuevos cardenales electores y uno de los tres europeos de esta tercera tanda, fue quien habló, al principio de la ceremonia, en nombre de los demás. En su discurso, Zenari recordó: “Algunos de nosotros venimos de sitios donde muchos, millones, mueren en las calle o bajo los escombros de sus casas, a causa de terribles vilencias y de sangrientos, inhumanos e inextricables conflictos”.

Junto a Zenari recibieron el birrete el arzobispo de Madrid, Carlos Osoro Sierra, y Jozef De Kesele, arzobispo de Malines-Bruselas, Bélgica.

El Papa también le dio el birrete y el anillo cardenalicio a tres latinoamericanos: Sergio Rocha, arzobispo de Brasilia y presidente de la conferencia nacional de obispos del país; Baltazar Enrique Porras Cardozo, arzobispo de Mérida, Venezuela, y Carlos Aguiar Retes, arzobispo de Tlalneplanta, México. Además, a otro sacerdote de frontera: monseñor Dieudonné Nzapalainga, arzobispo de Bangui, capital de República Centroafricana, ex colonia francesa castigada por años de guerra civil, donde el Papa quiso abrir la puerta santa del Jubileo de la Misericordia, en noviembre pasado. Nzapalainga se convirtió en el primer cardenal en la historia de la República Centroafricana.

También fueron designados tres estadounidenses del ala progresista de la Iglesia de ese país: el arzobispo de Chicago, Blase Cupich; Joseph William Tobin, arzobispo de Indianapolis, y Kevin Joseph Farrell, arzobispo emérito de Dallas, recientemente nombrado al frente del nuevo dicasterio para los Laicos, la Familia y la Vida.

En el continente asiático le concedió el birrete púrpura a dos países que nunca tuvieron un cardenal: a monseñor Patrick D’Rozario, arzobispo de Dhaka, Bangladesh, y a Maurice Piat, arzobispo de Port-Louis, Isla Mauritius. En Oceanía, finalmente, decidió incluir entre sus principales colaboradores a John Ribat, arzobispo de Port Moresby, Papua Nueva Guinea, que también por primera vez tiene un cardenal.

Porque se “distinguieron en su servicio pastoral”, Francisco también le entregó la dignidad cardenalicia a cuatro sacerdotes mayores de 80 años, sin derecho a voto en un eventual cónclave. Se trata del italiano Renato Corti, arzobispo emérito de Novara, quien durante una década fue vicepresidente de la Conferencia Episcopal Italiana y a quien Francisco le había pedido escribir las meditaciones del tradicional Vía Crucis en el Coliseo de 2015. Anthony Soter Fernandez, arzobispo emérito de Kuala Lumpur, Malasia, se convertirá en el primer cardenal del país; Sebastian Koto Khoarai, obispo emérito de Mohale’s Hoek, Lesotho, quien asimismo fue el primer cardenal de ese país africano, que no pudo viajar; y el reverendo albanés Ernest Simoni, humilde sacerdote que vivió durante décadas en prisión, fue condenado a muerte y torturado por el régimen de Enver Hoxha, cuyo testimonio había conmovido profundamente a Francisco en su visita a Tirana, en septiembre de 2014.

Por: Elisabetta Piqué