cuando el turismo se convierte en enemigo de las maravillas naturales

Cuanto mayor es la amenaza, mayor es el atractivo turístico. Y cuanto mayor es el número de viajeros, mayor es el deterioro. La Gran Barrera de Coral australiana como ejemplo del dilema

Los motivos para conocer lugares paradisíacos son múltiples y variados, pero uno de ellos está preocupando a la comunidad científica: el llamado “turismo de última oportunidad” (last chance tourism). Motivados por la amenaza de que desaparezcan a causa del cambio climático, miles de viajeros eligen como destino de sus vacaciones algunas de las maravillas naturales más importantes del mundo. Y eso podría no ser bueno.

Los ejemplos son varios: la Gran Barrera de Coral, las capas de hielo del Monte Kilimanjaro, las islas Maldivas en Asia, las regiones polares del ártico o las islas Galápagos, entre otros.

Muchos de ellos han sido declarados Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO -la organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura-, lo que les brinda prestigio y fondos para su conservación. Por otra parte, esa distinción genera un incremento en la cantidad de turistas que buscan visitar y conocer esos tesoros naturales,con el riesgo de acentuar el deterioro del lugar.

La Gran Barrera de Coral australiana es uno de los destinos amenazados más populares entre los “turistas de última oportunidad”. En los últimos 27 años, el sitio natural perdió la mitad de sus corales. Un estudio publicado por el Journal of Sustainable Tourism reveló que cerca del 70% de la gente que visitó la Barrera en 2015, lo hizo específicamente para conocerla “antes de que fuera demasiado tarde”.

(AFP)

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Otro estudio científico, de la publicación inglesa Current Issues in Tourism, explicó la paradoja de la siguiente manera: los turistas visitan un destino debido a que se encuentra en peligro de desaparecer para siempre, es “ahora o nunca”; la presión que ejercen las actividades asociadas con el turismo, como por ejemplo las emisiones de carbono provocadas por el transporte, acentúa todavía más el daño; la percepción general de que la maravilla natural está en peligro se encuentra así reforzada y, a la vez, atrae a más viajeros. Y sigue el ciclo hacia adelante.

Pero no todo es negativo. El mismo estudio remarca que se trata, más bien, de “un arma de doble filo”. Más allá del deterioro que genera el aluvión de turistas, los académicos destacan que la percepción de que éstos se encuentran amenazados “puede servir para concientizar, visibilizar y hasta promover esfuerzos de conservación”.

Ante este fenómeno, los Gobiernos están tomando medidas para moderar el impacto ambiental que genera el aluvión de viajeros. En Perú, por ejemplo, el Machu Picchu suspende el acceso del público todos los años para realizar tareas de mantenimiento y conservación. En 2010, el sitio histórico peruano tuvo que permanecer cerrado dos meses debido a las fuertes lluvias y un alud, que se cobró la vida de ocho personas.

“Algunos Gobiernos son excelentes a la hora de conservar lugares amenazados, pero otros son capaces de cualquier cosa para exprimir cada dólar del turismo hasta que el sitio quede completamente destruido“, dijo al sitio Weather.com el experto en viajes Anthony Berklich. “Es importante tomar decisiones basadas en esos hechos y consideraciones, así uno sabe si al visitar un destino está colaborando con su conservación o con su destrucción“.