Cuál debe ser el peso real de tu hijo

El peso de los niños es una de las cosas que más preocupa a los padres durante los primeros meses y años de vida. Si nos parece que está delgado, nos alarma; si tiene michelines, nos encanta. ¿Qué es mejor?

El percentil es la «pista» que indica que el niño se está desarrollando correctamente. Durante los primeros años de la vida, y siempre que esté sano, no hay que alarmarse si su peso está bajo, esto es, cerca del percentil 3, o por el contrario está alto, es decir, si se aproxima al percentil 97 (que se consideran límites que marcan la normalidad), ya que hay pequeños perfectamente saludables que están justo por debajo o por encima de estas cifras. Así, por ejemplo, tan sano y bien desarrollado está un niño de 3 años que pesa 12,6 kilogramos que otro cuyo peso sea de 15,4 kilogramos. Tampoco es necesario que el niño tenga exactamente el mismo percentil en peso y talla, ya que el margen de variación entre ambos datos depende de su constitución.

Lo importante ahora es que el niño tenga una evolución armónica: que el peso sea proporcionado con la talla; que la cabeza crezca con normalidad; que el desarrollo psicomotor sea el adecuado y que el pediatra no advierta signos de carencia de vitaminas, entre otros aspectos. El hecho de que durante los primeros meses sea rollizo (y sin perder de vista que siempre hay que analizar cada caso en particular) es algo que no preocupa especialmente a los pediatras, ya que alrededor del año y medio ese cuerpo redondito, típico de bebé, se va a ir estilizando y, además, el ritmo al que gana peso se ralentiza. Así, los bebés ganan unos 6 kilogramos de peso desde que nacen hasta que cumplen un año; durante el segundo año esa ganancia no pasa de los 2,5 kg, mientras que entre los 24 y los 36 meses no suelen engordar más de 2 kg.

Dejan de comer

Este ritmo menor de crecimiento hace que entre los dos y los cinco años los niños coman proporcionalmente mucho menos, una situación que agobia a algunos padres, y a algunos les lleva a forzarles a comer (lo que en ciertos casos puede favorecer la obesidad en el futuro). La queja «está muy delgado» es bastante frecuente entre los padres de niños pequeños, pero curiosamente esta preocupación es menor cuando el niño es más «redondito», algo que los expertos atribuyen a que a estas edades no siempre es fácil identificar los signos de obesidad, que se suelen confundir con que el niño es «fuerte», «de hueso ancho» o «grande». Por eso, para resolver dudas y prevenir problemas relacionados con el peso en el futuro, hay que consultar siempre estos temas al pediatra.

Alimentación equilibrada

¿Qué hace el médico si detecta que el niño tiene sobrepeso u obesidad? Más que recomendar un régimen de adelgazamiento, en edades bajas el pediatra opta por realizar reajustes en la dieta si esta no es equilibrada, y hace hincapié en que la familia adopte hábitos sanos: procurar que el niño comparta las comidas familiares, seguir las pautas de la dieta mediterránea; procurar que juegue al aire libre; respetar su apetito; evitar alimentos dulces, como zumos envasados o lácteos con azúcar; restringir las chucherías, etc.

Si el problema es que el niño no gana peso, el especialista descarta que padece alguna enfermedad y, después, puede recomendar medidas, como enriquecer su dieta con trucos caseros (rebozados, queso, picatostes) y, en algunos casos, darle algún suplemento nutricional, si el pequeño lo necesita.