Voluptuosas y afrodisíacas: los mitos sobre las orquídeas

El entorno lujuriante y misterioso que rodea a las orquídeas nos obliga a compartir algunas leyendas y mitos relacionados con su extravagante atracción.

Es quizás necesario para poder interpretar el contenido del artículo, recordar la definición de mito: “relato o noticia que desfigura lo que realmente es una cosa” (diccionario de la Real Academia Española).

Como explicamos en artículos anteriores, orquídea deriva del latín Orchis, término notoriamente femenino, bello, que para muchos condiciona nuestras mentes relacionándolo con la mujer; paradójicamente significa “testículos”, debido a la similitud que tiene la forma de sus tubérculos (en la actualidad denominados pseudobulbos) con los genitales masculinos.

Cuenta la mitología que estando Orchis (cuyos padres eran una ninfa y un fauno) en una celebración en honor al Dios Baco (Dios de la vendimia y el vino), se emborrachó e hizo el amor con una sacerdotisa. Debido a tremendo sacrilegio, los asistentes a la fiesta lo asesinaron arrojándolo a los perros para ser devorado. Los padres suplicaron a los Dioses que lo revivieran, pero éstos se negaron y a cambio de ello dictaminaron que en el futuro debería satisfacer a los humanos, transformándolo en una orquídea.

A principios del siglo pasado, nobles, reyes y fanáticos pagaron sumas extravagantes para enviar a colectores y expedicionarios en busca de orquídeas a los rincones más remotos de la tierra.

Y lo volvieron a llevar a cabo después de terminada la Segunda Guerra Mundial, debido a la destrucción de colecciones y herbarios. En la actualidad existen coleccionistas que destinan miles de dólares por la adquisición de clones especiales o únicos.

El mito de ser casi inaccesibles se debe a que para muchos simbolizan la nobleza, el lujo y, por supuesto, la belleza. En los sueños aparecen como amigos fieles y cariñosos. Al color morado de muchas variedades se lo asocia a la realeza, el misticismo y la religión.

Ante la pregunta, para nada inocente, de Raymond Stark, experto en herbología, de “¿quién se tomaría la molestia de embarcarse en la preparación de… afrodisíacos (con la orquídea) cuando tan sólo la flor basta para provocar el acontecimiento deseado?”, responde Rubén Monasterios: “Es una de las plantas afrodisíacas por excelencia, pero también lo es por su propia esencia, dado lo cual es una especia doblemente afrodisíaca. Además de fascinarnos visualmente con su forma voluptuosa y su olor, tanto como la experiencia erótica en sí, se mueve en un arco extendido de lo sublime a lo abyecto; en algunas especies es una fragancia embriagadora, en otras pestilencia repulsiva; con todo, en las últimas también es una forma de seducir, en su caso a los insectos, atraídos por la materia orgánica en descomposición asociada a su fecundación.

Orquídeas.

Por supuesto que existen muchísimas más creencias con respecto a las orquídeas. En la antigüedad, tanto en Asia como en América y Europa siempre se relacionó a la orquídea con la belleza, el amor, la sensualidad, quizás incluso con la lujuria. También con el lujo y la elegancia, y a veces, con el poder económico.

Muchas mujeres recordarán que se solía regalar una flor de orquídea (Cattleya) cuando cumplían 15 años, como símbolo de amor incondicional y pureza. También era común recibir una flor de orquídea encerrada dentro de una caja de acetato en ocasiones especiales, pero casi siempre como ofrenda masculina relacionada con el amor. Seguramente con la excusa que contemplar una orquídea deleita el espíritu, lo arrastra para disfrutar de la belleza y del placer de la vida, de su fragancia, de su apariencia voluptuosa, y de muchos más sentimientos relacionados con el equilibrio y la serenidad. Quizás era cierto, o quizás lo que se buscaba era avanzar un paso más en la relación.

También escuchamos muchas veces sobre la Orquídea carnívora y la Orquídea negra, mito cinematográfico que se ve refutado científicamente con la aseveración que el color negro, en su forma absoluta, no existe en la naturaleza; lo que sí podemos encontrar en forma natural son tonos muy oscuros de otros colores que pueden acercar la apariencia al negro.

Otra aseveración que escuchamos es que las orquídeas son parásitas, uno de los mitos más extendidos. Más que un mito esta es una gran calumnia y una equivocación cruel que le da a las orquídeas una mala fama que no se merecen de ninguna manera. Las orquídeas no son parásitas. Parásitas son plantas que se nutren del árbol donde se hospedan, succionándoles sus jugos vitales por medio de las raíces profundamente adheridas y les causan la muerte por clorosis y ahorcamiento.

Muy al contrario las orquídeas, junto con la bromelias y tillandsias (comúnmente llamadas “claveles del aire”), los helechos, líquenes, musgos y suculentas que prosperan sobre los árboles, nunca se nutren de ellos. Solo usan sus raíces para fijarse y se nutren del agua de las lluvias, rocío y cualquier otra humedad ambiental y micronutrientes que esta y el viento puedan llevarles. Prueba de ello son las ramas y árboles caídos en donde las orquídeas adheridas pueden pasar meses y hasta años prosperando, mientras una planta parásita hubiese muerto junto con la rama o el árbol. Es más, no podríamos cultivar orquídeas en semi-hidroponia, en canastas de plástico o alambre, o adheridas a trozos de corteza o madera.

Otra creencia entre el grupo originario Wichí es la capacidad atribuida por médicos brujos a la capacidad abortiva del Cyrtopodium punctatum, especie originaria de Chaco, Salta y Jujuy.

Según se detalla en el libro sobre Flora del Chaco, los médicos brujos Wichís prohibían a las mujeres embarazadas de la comunidad pasar por debajo de árboles que hospedaran plantas de esta variedad, ya que perderían el embarazo por medio de un aborto espontáneo.

Como verán, existen muchísimos mitos relacionados con las orquídeas, y podríamos citar muchos más. Pero seguramente ninguno de ellos pasa de ser una leyenda o parte de la mitología.

Asesoró: Asociación de Productores y Cultivadores de Orquídeas de Argentina (APCOA).