¿Sirven para algo las tareas escolares?

Hace un tiempo de abrió un debate que se está dando con mayor o menor intensidad en todo el mundo: ¿Las tareas escolares sirven para algo?

Hay dos líneas bien marcadas que plantean más o menos esto:

Hace cuatro meses la OMS alertó en España que los “deberes perjudican la salud”. El último fin de semana, un grupo de padres realizó en ese país una huelga para oponerse a que sus hijos hagan los deberes. Este grupo plantea que las tareas “invaden el tiempo de la familia” y que “nadie ha demostrado su eficacia. Además, acentúan la desigualdad entre los niños que pueden o no recibir ayuda en casa”. Por eso, proponen que durante los fines de semana de noviembre ningún chico haga los deberes.

En Francia, están prohibidas -para chicos de 6 a 11 años- desde 1956. En Bélgica rige un decreto de 2001 que regula los deberes escolares prohibiéndolos hasta tercer grado y estableciendo límites de hasta 20 minutos para tercero y cuarto grado y de 30 minutos para quinto y sexto.

No se si prohibirlos es la solución pero sí creo que deberían estar regulados. Yo tengo el recuerdo de pasar tardes enteras haciendo la tarea. Incluso, me acuerdo de mi mamá y mi papá ayudándome a completarlas porque sino no llegaba.

Hace un tiempo tuve la posibilidad de preguntarle a Diego Golombek, biólogo, investigador, científico y premio Konex, qué piensa del tema. Me dijo esto: “No estoy de acuerdo en prohibirla. Eso si: deben darse en su justa medida y armoniosamente. No hay que llenarles el tiempo libre de deberes, porque pierden tiempo para explorar su creatividad, pero tener que esforzarse un poco más del horario escolar seguro que es bienvenido”.

A Julieta le faltan años para que le den deberes y seguramente cambie de idea varias veces pero, al menos hoy, estoy en contra. Me parece que ya pasan muchas horas en la escuela como para tener que hacer deberes en casa. Que es importante que tengan tiempo libre, para jugar, leer o descansar. Y estoy segura que la forma de aprender no es hacer ejercicios hasta saturarlos sino replantear la forma en la que se enseña en la mayoría de los colegios.

Por Deborah Maniowicz