Robofilia: ¿Los humanos podrán tener sexo con robots?

Las “relaciones sexuales tecnológicas” nacieron con los vibradores de la época victoriana. Cómo fue el desarrollo hasta llegar a las muñecas sexuales japonesas y cuándo los cyborgs reemplazarán a los humanos en la cama, según los especialistas

La era de la robofilia ya comenzó. Solo es cuestión de tiempo para que los humanos se enamoren de las figuras cibernéticas. Lo que impide que este fenómeno se produzca hoy es el estado, aún en desarrollo, de la inteligencia artificial y texturas más avanzadas, aunque en este caso ya se dieron los pasos esenciales en las muñecas sexuales japonesas.

Para muchos expertos de este universo, el comienzo de esta nueva era, la de la robofilia consumada, tiene fecha. Algunos aseguran que será en 2050, otros auguran que hay una década de distancia.

Entre los que sostienen que faltan apenas 10 años para que las personas elijan a los cyborgs antes que a un par de carne y hueso se encuentra Ian Pearson, un futurologista británico, quien aseguró que este proceso nació hace casi un siglo, aunque recién ahora tome relevancia por la velocidad de los avances y su complejidad.

De vibradores y pornografía virtual

El pulsocon, el primer vibrador con “usos medicinales”

Para Pearson los juguetes sexuales con algún tipo de tecnología, como los vibradores, fueron el primer paso. Si bien existen registros de que este tipo de artilugio existe desde el antiguo egipto fue recién durante la época victoriana cuando comenzaron a ser piezas tecnológicas. La famosa pieza -hoy de museo- conocida como el Pulsocon Hand Crank del doctor Macaura (1890) era utilizada como herramienta terapéutica para combatir la histeria femenina, pero su popularidad trascendió los consultorios y se fue perfeccionando con el tiempo. Aunque el primer consolador para el uso hogareño fue The Manipulator (1891) y así, de los engranajes al vapor, llegó la electricidad y los nuevos diseños y tamaños se adaptaron a los tiempos históricos. Pero esta es solo una parte, la primera, de la relación de los humanos con la tecnología del placer.

Justamente estos avances, nuevos desarrollos, permitieron que esta industria del hedonismo tuviera un renacimiento inaudito en los últimos tiempos y, según las últimas estadísticas, mueve al año más de 15 mil millones de dólares según la Society for the Scientific Study of Sexuality.

Dejando los consoladores, vibradores y otros fetiches de lado, el siguiente gran paso tecnológico es la intrusión de internet, que permitió el acceso a videos pornográficos a demanda, sin importar la hora, ni el día, y en múltiples plataformas transportables, generando de esta manera una separación aún más clara entre la persona y el objeto de deseo, un distancia más profunda de las que causaron las revistas o la televisión. De esta manera, el otro que siempre está disponible para el acto onanista no necesita ser, solo representar.

Un reciente estudio de la Universidad de Tennessee reveló que los efectos de la pornografía ya están produciendo estragos en las relaciones sociales. Según el trabajo, a mayor frecuencia de consumo aumentan los conflicto de roles de género, el apego inseguro, la baja calidad de la relación y, a su vez, la disminución de la satisfacción sexual.

Otra investigación indagó en los efectos en el cerebro y determinó que son similares a los de las drogas. El placer libera dopamina en el cerebro y se necesita cada vez más para tener el mismo nivel de sensación que la primera vez. Otro estudio, publicado en Psychology Today, encontró que estos picos de dopamina significan que los usuarios de pornografía empiezan a necesitar experiencias cada vez más extremas para despertarse sexualmente.

Después de estar expuestos a tantas imágenes, los hombres mostraron un altísimo nivel de desensibilización y poseían cada vez menos capacidad de excitarse por los encuentros sexuales ordinarios. Y esto solo por mirar.

Para Pearson, otro gran avance que facilitará el camino hacia la naturalización de los encuentros amorosos con seres animatrónicos es la realidad aumentada o realidad virtual, ya que esta “permite un acercamiento aún más artificial” y ya queda en evidencia “que un ser ficticio puede ser una buena elección para satisfacer los instintos”.

Sobre las muñecas sexuales

Son uno de los productos favoritos en los Sex Shops y pueden customizarse hasta en el mínimo detalle. Por supuesto, no solo vienen en sexo femenino, también hay muñecos sexuales, travestis y hasta transgénero. Pueden valer desde 150 dólares a 50 mil.

En Japón, país líder de la industria por su nivel de sofisticación, ya dieron el primer gran paso para que estas muñecas -en el futuro- sean el caparazón de un sistema mecánico y con inteligencia artificial. Los productos, además de una textura y apariencia humana, poseen temperatura corporal, que puede encontrarse en la zona genital o todo el cuerpo. Por supuesto, también hay sex dolls con looks de famosos, siendo la del doble idéntico de Scarlett Johansson uno de los casos más conocidos en el mundo. Claro, todo depende del precio.

La era de la robofilia

“Muchas personas todavía tienen reservas sobre el sexo con los robots, pero poco a poco se acostumbrarán a ellos. A medida que la IA (inteligencia artificial) y el comportamiento mecánico mejore, comenzarán a ser amigos y se generarán fuertes vínculos emocionales. Así el escrúpulo se evaporará gradualmente”, explicó Pearson.

Sin embargo, no todos consideran que la unión carnal-cibernética esté tan cerca. David Levy es un gurú en inteligencia artificial y autor del libro Amor y sexo con robots. Levy es más de la teoría de que no solo se necesita tecnología que simule las características físicas humanas, sino también que estas figuras respondan de manera emocional y en eso es esencial el desarrollo de la IA que, en la actualidad, aún está lejos de permitir la creación de un compañero/a que pueda cubrir todas las necesidades humanas.

Levy pronosticó que los encuentros no tan carnales con los pares cibernéticos serán normales en 2050.
“Si somos capaces de establecer vínculos muy potentes con una mascota, que no habla, es fácil imaginar que los crearemos aún más fuertes con un robot con el que te podrás comunicar, compartir memorias e información y desarrollar una relación íntima”, aseguró Ricard Solé, físico, biólogo e investigador Icrea en la Universitat Pompeu Fabra (UPF).

Por su parte, Antonio López Peláez, especialista en la interrelación entre tecnologías y trabajo social y editor de The Robotics Divide, sostiene que la afectividad será irremediable: “Hoy ya se puede ver cómo la gente se estressa si tiene un problema con su computadora o con el smartphone. Es más, muestran más nivel de enojo con la tecnología que con las personas. A fin de cuentas, las nuevas tecnologías forman parte de la construcción moderna de uno mismo, de lo que queremos representar ante otros”.

“Un robot que te atiende, que trabaja y está siempre con uno, que permite interactuar, que otorga soporte intelectual al compartir información se convierte en un álter ego; puede que en el futuro uno cambie de casa, de pareja, de trabajo o de amigos y lo único estable que tenga sea su robot”.

Por Juan Batalla