Penélope Cruz y una mirada diferente sobre las “propias películas”

Confesiones íntimas de una actriz madrileña en Hollywood, que firma su regreso a la pantalla grande con Asesinato en el Expreso de Oriente

La morocha tiene un charme imposible. Su historia, los ingredientes necesarios para ser una de las estrellas de Hollywood más solicitadas por los directores. Penélope Cruz es hija de una peluquera y desde niña soñaba con actuar y, algún día, ganar el Oscar. Ese sueño fue finalmente cumplido en 2009 con el premio a mejor actriz de reparto por la película Vicky Cristina Barcelona, dirigida por Woody Allen. De niña sostenía una botella de shampoo frente al espejo y agradecía largamente al público imaginario. No muchos años después, la alfombra roja era real y ella, la primer actriz española en ganar el galardón.
Por esta pasión temprana, sus ojos café y ese aire gitano que la distingue es que los medios de todo el globo enloquecen cuando la bella Penélope se lanza a la aventura de un nuevo film. Esta vez, está de vuelta con Asesinato en el Expreso de Oriente, junto a Johnny Deep, una adaptación del clásico de Agatha Christie, que se verá en 2017. Kenneth Branagh y Michelle Pfeiffer serán también de la partida. La expectativa en la meca del cine no podría ser mayor y ella, a punto de ver la reacción del público por el estreno en su país de La Reina de España, tiene mucho de qué hablar con la prensa, aunque solicita siempre a través de su agente que no le hagan preguntas políticas ni personales.

La hermosa Penélope, cuyo nombre hay que agradecérselo a la canción de Joan Manuel Serrat, habló entre otros medios con El Mundo. En una charla distendida, la actriz de 42 años se refirió antes que nada a las críticas. “Como empecé a trabajar tan joven, ya casi siendo una niña aprendí a lidiar con todo tipo de comentarios”, dijo la morocha que tuvo que soportar como mínimo ríos de tinta sobre la fealdad de sus pies, por no mencionar que se le ha criticado no apoyar el cine español, cuestiones políticas diversas o comentarios maliciosos de toda índole. Pero ella no se refiere sólo a las opiniones negativas sino muchas veces y sobre todo, a las halagos excesivos. “Las alabanzas son igual de peligrosas, ¿eh? Ni eres la hostia cuando te dicen que eres la hostia ni todo lo contrario. Procuro no hacer caso”, sentenció la mujer del actor Javier Bardem, con quién tiene dos hijos, Leonardo y Luna, de 5 y 3 años.


Con respecto a lidiar con la atención de la gente, disparó: “Cuando apareces en la pantalla de un cine, el tamaño en el que se te ve es desproporcionado. Estás puesta ahí arriba, inmensa y tu imagen está entrando por los ojos de la gente de una manera que no es natural. Eso no es real”, remarcó mostrando cómo lleva puestos los pies en la tierra.

Su actitud zen le ayuda, al parecer, a estar atenta y conectada consigo misma. Se reconoce bastante exigente pero confiesa que “se gusta”: “Tampoco entiendo esa falsa modestia de algunos actores que, en las entrevistas, confiesan no gustarse nada y no ver jamás sus películas. Yo sí me veo. Creo que es importante para seguir aprendiendo, no sólo de ti, sino del trabajo de todo un equipo”.

Con respecto a las acusaciones de no hacer patria por el cine español, remarcó que no encuentra similitudes contundentes entre la película La Reina de España de Fernando Trueba y su propia vida. “Fernando quería jugar con la historia de una actriz que ha hecho carrera en los Estados Unido, pero más allá de esa similitud, mi biografía y la del personaje de Macarena Granada son muy distintas. Macarena está casada con un estudio de Hollywood y no tiene nada ni nadie que la ate a España. Y yo vivo aquí (en su país natal) la mayor parte del tiempo. Mi casa está en Madrid, nunca me he marchado del todo. Desde la primer película que hice fuera siempre me fui con billete de ida y vuelta”.

Apasionada por naturaleza, adora su profesión y así lo explicó en la entrevista. “Me preparo para cada personaje a conciencia pues si algo me puede mantener joven por dentro es esa sensación de ser una eterna aprendiz. Si un día llegase a un rodaje sintiendo que controlo la situación, que sé lo que va a pasar, que adivino lo que voy a sentir, mi trabajo como actriz ya no tendrá sentido. Ese vértigo, esa sensación de que cada día es como la primera vez es lo que más me engancha de esta profesión”, explicó. “Hay momentos de mucha introspección emocional, que además hay que aprender a conjugar con una exposición pública exagerada”, definió. Para ella pocos entienden la pasión de esta vocación. Entre los que sí lo hacen está, por supuesto, su amigo y director Pedro Almodóvar. “Cuando rodamos juntos se genera una complicidad que solo sentimos el uno con el otro. Lo que me pasa con Pedro no me ocurre con nadie más y es tan fuerte que incluso me da pudor hablar de ello”.

Una pasión oculta: la comida chatarra. Anécdotas al respecto, hay varias. Cuenta la leyenda que el año que ganó el Oscar estaba tan nerviosa que se olvidó de comer. “Cuando estaba lista me agarró un ataque de hambre terrible y, así, sin más, me metí entre pecho y espalda un plato de lentejas”, comentó. Cuando acabó la gala fue a un lugar de comida al paso y pidió desde el auto una hamburguesa XL, que comió sin bajarse del vehículo. Más tarde, le tocó llegar a la fiesta que daba Madonna luego de la premiación. “Aquello fue increíble. Nada más llegar a esa casa vi en el mismo sofá a Scorsese, DiCaprio, Robert de Niro, Harvey Keitel y Joe Pesci. Cuando entré con mi Oscar y me miraron, los cinco a la vez, no lo pude soportar. Llevaba acumuladas tantas emociones que huí aterrorizada. Tendría que haberles sacado una foto porque aquella estampa era muy fuerte, pero fui incapaz”, confesó.

Volviendo al presente, el papel que le tocará interpretar ahora en Asesinato en el Expreso de Oriente, cuyo estreno está previsto para noviembre de 2017, es el que interpretó Ingrid Bergman en 1974, lo que le valió un Oscar en su momento. Todo un desafío. Actualmente, Penélope está rodando en Colombia un film que se centrará en la vida del jefe narco Pablo Escobar.