Nacho Viale y su visión sobre las series y el fenómeno Nétflix

El productor da cátedra sobre la industria y proyecta un éxito para su ficción Estocolmo, primera serie 100% argentina de estreno on demand

Nacho Viale le gusta mucho acumular millas con la televisión que hace. Acaba de volver de Mipcom, el máximo encuentro de compra y venta de formatos televisivos que cada año para esta fecha se realiza en Cannes, y se prepara para el viaje más importante de su vida como productor sin moverse de la amplia oficina que tiene en Palermo Viejo. A partir de hoy, está disponible en Netflix la primera temporada de 13 capítulos de Estocolmo, una serie que mezcla la intriga policial, la denuncia política y el thriller.
La trama envuelve a un fiscal (Luciano Cáceres), la conductora estrella de un canal de noticias (Juana Viale) y un agente de inteligencia encubierto (Esteban Lamothe) en torno de la desaparición de una mujer, víctima de una oscura red de trata de personas. La historia, que viaja constantemente entre el pasado y el presente, involucra también a los padres del personaje de Viale, el dueño del canal (Jorge Marrale) y una diputada (Leonor Benedetto). El elenco protagónico se completa con la mexicana Adriana Barraza, nominada al Oscar por Babel. Creada por Viale y Diego Palacio, tiene libros de Marcelo Camaño (autor de otros éxitos televisivos, como Resistiré y Montecristo).

“Es la primera serie 100% nuestra. Se hizo acá, se editó acá”, dice Viale sobre esta producción de Storylab, la primera serie argentina que se estrena directamente en la plataforma on demand. A Viale lo entusiasma sobre todo la posibilidad de llegar con Estocolmo a los 81 millones de espectadores que Netflix tiene en 190 países, aunque en una primera etapa está previsto que sean 69, por cuestiones de idiomas y traducciones. “Soy un gran defensor de la televisión argentina -se entusiasma-. Tiene un valor de calidad extraordinario. Si armamos una ecuación entre la inversión que se aporta, la factura técnica y el talento que trabaja, la suma es de un valor excepcional. Lamentablemente, la Argentina perdió su lugar tradicional de exportador de productos.”
-Cuesta entender eso, sobre todo cuando Estocolmo ya está al alcance de la mano de televidentes de todo el mundo.

Pero hemos perdido ese lugar. Cuando vos prendés la TV abierta en la Argentina, el entretenimiento pasa por cuatro pantallas LED, un conductor y un panel. Eso afuera no pasa.
Hay una responsabilidad nuestra muy grande, por lo que decís.

-Y un tema ligado a la inversión, sobre todo. Nosotros hace tres años fuimos a Mipcom con La dueña y frente al stand de Telefé estaban los turcos: cuatro metros cuadrados y dos tipos sirviéndote café. Hoy llegás al mismo lugar y te encontrás 14 carpas. No te puedo explicar lo que era el stand turco. Hasta creo que se fueron a Mónaco para vender una novela. Pero son momentos, nada definitivo. Creo que podemos recuperar ese lugar.

¿De qué manera?

-Veo las series de Netflix y siento que algunas podrían hacerse perfectamente en la Argentina. Bloodline, por ejemplo. Tiene un diseño de producción, una locación con exteriores, escenarios naturales, movimientos cortos que establecen con claridad lo que pasa. Estocolmo maneja de alguna manera los mismos parámetros. Incluso los supera: aquí los hechos ocurren más allá de un único lugar específico.

¿Cómo encararon este proyecto?

-Respetamos a rajatabla los libros y el diseño de producción. Y sobre todo creíamos que después de la experiencia de La casa del mar, con DirecTV, podíamos crear desde Storylab historias capaces de viajar regional o mundialmente. Estocolmo tiene ese desafío: el contrato dice que vamos a tener una llegada universal [risas]. También plantea problemáticas interesantes: nos convencimos desde el vamos de que temas como el secuestro y la trata de personas trascienden nuestras fronteras. No es solamente argentino.

Debe ser por eso que no enfatizaron tanto el perfil local al retratar al fiscal o a la diputada.

-Cuando se habla de política se mencionan partidos que no son de acá. Y el fiscal tiene un perfil mucho más internacional. Viajamos con los personajes y también en el tiempo. Me gusta mucho jugar entre el presente y el pasado. En un momento, la trama llegará a Villa La Angostura, más o menos por la mitad, y van a empezar a cerrarse y entenderse muchas cosas previas. En Breaking Bad, cuando llegás al capítulo siete entendés mucho más lo que sucedió en el primero.
¿Por qué eligieron Estocolmo como título?

-El nombre tiene dos vertientes. Por un lado, la pérdida y la búsqueda de identidad que se da dentro de la serie. Y la otra, obviamente, por el vínculo entre los personajes.

El síndrome.

-Tal cual. Además, nos gustó, y la verdad es que apareció fuerte desde que empezamos a imaginarnos la serie.

Un destino especial. ¿Te la imaginaste así desde el principio?

-Sin dudas. Siempre la pensé como una serie que cuida mucho desde el vamos la estructura formal del relato, el diseño de producción, la imagen. Y también los silencios, algo muy difícil. No hago comparaciones, pero el cuarto capítulo de Breaking Bad es básicamente un silencio. Aspiramos a trascender fronteras con esta producción. Cuando surgió lo de Netflix, nos dijimos que Estocolmo estaba viajando mucho más lejos de lo que pensamos. También es algo diferente de lo que tenemos que empezar a acostumbrarnos.

¿En qué sentido?

-Nos encontramos con una nueva forma de lanzar una ficción, con diferentes criterios de marketing. No es lo mismo que en la TV abierta, en la que el lanzamiento cierra la etapa promocional. Acá hay que seguir, por más que estrenamos el 11 y el 12 ya tenés a los que te dicen: “Ya la terminé”. Y te va a contar el final que no te quiero contar a vos?

-¿Imaginaste desde el vamos que iba a poder verse a partir del modelo del binge-watching, ese atracón que te lleva a querer ver varios capítulos de una sola vez?

-No lo pensé así, de verdad. Creo que la gente lo va a ver a razón de dos o tres capítulos por vez. La historia te va a llevar a hacerlo de esa manera.

-Llegaste a este nuevo modelo de ficción, pero seguís haciendo televisión abierta.

-Soy un defensor de cualquier tipo de televisión. El negocio está mutando claramente, pero en cada segmento (la TV abierta, la TV paga, las plataformas on demand) los usuarios te van a ir eligiendo para una cosa o por la otra. Twitter no puede convertirse en Facebook o viceversa. A mí me gusta ver deportes por TV, y por su componente esencial de espectáculo en vivo no sé si conviene consumirlo on demand, algo que sirve mucho, en cambio, para ver series. No hay un todo absoluto.

-¿Y a la TV abierta qué le queda?

-Hay que animarse a contar otro tipo de historias. Y pensar en nuevos formatos. Las ficciones de 60 capítulos andan muy bien. Y las de 13 también están superprobadas. Lo que pasa es que para la TV argentina a lo mejor eso no es muy rentable. Por ahí tendríamos que pensar en ciclos que duren 13 capítulos más 13 más 13 más 13. Hace unos meses vi la última temporada de House of Cards y me parece que pasaron 3000 años. ¡Le pedía a la pantalla que me diera otra temporada ya!

-¿Netflix es el futuro de la televisión?

-Yo creo que es el presente. Y un desafío extraordinario para la región, porque plataformas como ésta tienen que empezar a funcionar regionalmente. Con La casa del mar les ganamos a todos en DirecTV. Incluso a The Walking Dead, que iba a la misma hora. Fijate el caso de Lamothe. No es lo mismo tenerlo en Estocolmo, después del éxito de Educando a Nina, que elegir para el papel a un actor norteamericano que la gente ni registra. El desafío es llegar más lejos, lograr que en Jujuy vean Estocolmo, porque los temas que se discuten en la serie también son importantes allí. Y también que la gente pueda verla viajando en subte desde el celular. Pero primero hay que solucionar otros problemas. La conectividad en la Argentina todavía es malísima.

-¿Pensás ir dejando de aquí en adelante la TV abierta para concentrarte en producciones de otro alcance como Estocolmo?

-Con esta serie rompimos un límite y salimos más allá de las fronteras nacionales. Pero también nos gusta mucho la TV de aire. Tenemos el objetivo en 2017 de meter más cosas allí. El desafío es administrar el crecimiento. No nos gustaría terminar con una estructura que se transforme en un elefante blanco. Que Viacom esté interesada en comprar Telefé tiene la misma lógica. Turner ya tiene una estructura armada y no tenía sentido duplicarla sumando a Telefé. A Viacom, en cambio, Telefé le sirve mucho para escalar regionalmente aprovechando los recursos disponibles. Esa lógica, aplicada a empresas más chicas, puede funcionar muy bien.

Tres vías para llegar al streaming

El marginal. Fue la primera serie argentina emitida en Netflix. La producción de Underground protagonizada por Juan Minujín se estrenó en junio de este año en la TV Pública y estuvo disponible para los usuarios y suscriptores de la plataforma on demand en América latina, Estados Unidos, Reino Unido, España y Portugal a principios de octubre.

Estocolmo. La producción de Storylab tendrá a partir de hoy un lanzamiento global y será la primera serie argentina con estreno absoluto desde esta plataforma online.

Edha. Así se llamará la primera serie argentina original de Netflix. Thriller dramático ambientado en el mundo de la moda que rodará Daniel Burman, Edha se filmará a comienzos de 2017 en Buenos Aires, con guiones del propio Burman y Mario Segade, y verá la luz en la plataforma on demand en algún momento durante el año próximo.