Más allá de las mansiones: Palm Beach, entre gente paqueta y donde la vida es simple y tranquila

Uno de los destinos más elegidos por los argentinos a la hora de viajar por el mundo es la ciudad de Miami, en la Florida. Con una mezcla entre playa, buena oferta gastronómica y compras se erige todos los años como destino muy visitado.

Conozco muchísimo esta ciudad en la que no sólo he pasado momentos de ocio y relajo: tambien tuve la posibilidad de trabajar, incontables veces, haciendo las más variadas entrevistas en mi rol de conductor de Resto del Mundo y, mucho más atrás en el tiempo (¡pasa muy rápido!), grandes producciones con fotógrafos de la talla de, por ejemplo, Bruce Weber (con quien hice mi primera campaña para Versace hace ya más de veinte años).

Hoy sin embargo tengo que reconocer que hay un lugar en el estado de Florida que elijo cuando llega el momento de volver a los básicos: Palm Beach, que se encuentra 104 kilómetros al norte de Miami. Para llegar hasta aquí recorremos algunos de los nombres más conocidos a lo largo de la costa: Hollywood Beach, Fort Lauderdale, Boca Raton y Delray Beach, por nombrar unos cuantos.

Esta ciudad se encuentra sobre una isla que forma una barrera natural a lo largo del continente, conectada a través de puentes.

Palm Beach fue consolidada como ciudad por Henry Morrison Flage, un verdadero visionario, además de socio de John D. Rockefeller, quien trajo hasta aquí el ferrocarril en 1896 y construyó dos hoteles: el Royal Ponciana Hotel y el famoso The Breakers, llamado así porque los clientes pedían estar junto a las olas, donde rompían.

El año 1911 fue cuando Palm Beach fue inscripta como ciudad per se. Entonces comenzó la saga de un lugar elegido tanto por algunos de los nombres más relevantes del siglo XX y por aquellos que querían escaparle al cruel clima de las regiones más septentrionales del país y dejarse encantar por sus impecables playas de arena blanca y aguas turquesas.

John F. Kennedy, Estée Lauder, Frank Sinatra, Gary Cooper, los Duques de Windsor, Rod Stewart… Así podríamos seguir durante un buen rato, son algunos de los personajes que han visitado frecuentemente o residido aquí.

Pero lo que más sorprende es que más alla de sus mansiones, exclusivas tiendas y coquetas calles, todo se desarrolle de una manera muy simple y sobre todo muy tranquila.

Aquí nadie va apurado a ningún lado. Todo el mundo se saluda, se conozcan o no. Si sos un despistado peatón y cruzás con semáforo en verde, los conductores frenarán para dejarte pasar.

Muchos vecinos eligen caminar o la bicicleta como medio de transporte. Todos tratan de ir bastante atildados a la hora de vestir y a veces, cuanto más excéntrico, mejor.

Justo enfrente de la tradicional iglesia de San Eduardo también uno se sorprende cuando encuentra lugares como Green’s Luncheonette, un tipico diner americano emplazado dentro de una vieja drogueria (lugar donde se preparan recetas médicas) Green’s Pharmacy, fundada hace casi 80 años.

Aquí uno puede desayunar y almorzar rodeado de paquetas señoras propietarias de algunas de las casas más grandes del lugar, jóvenes estudiantes, algún truhan de turno y amantes de las motocicletas enfundados en sus cueros como si fuese todo una versión moderna de alguna novela de F. Scott Fitzgerald…

De esta manera, Palm Beach se ha convertido en un clásico que no pasa de moda.