Máquinas moleculares: qué son y para qué sirven

Se trata de un avance que abre la puerta al diseño de materiales inteligentes y robots diminutos e inyectables.

El Premio Nobel de Química fue concedido este año de forma conjunta al francés Jean-Pierre Sauvage, al británico Sir J. Fraser Stoddart y al holandés Bernard L. Feringa por el diseño y la síntesis de máquinas moleculares, anunció hoy la Academia de Ciencias de Suecia en Estocolmo.

Los ganadores desarrollaron las máquinas más pequeñas del mundo, mil veces más pequeñas que el diámetro de un pelo que pueden utilizarse para desarrollar nuevos materiales, sensores y sistemas de almacenaje de energía, explicó la Academia.

Lo hicieron gracias a su desarrollo de moléculas con movimientos controlables que pueden realizar tareas cuando se les añade energía.

El desarrollo de la informática demuestra de qué forma la miniaturización de la tecnología puede producir una auténtica revolución, y los premiados con el Nobel de Química de este año miniaturizaron máquinas y llevaron la química a una nueva dimensión, añadió la Academia de Ciencias de Suecia.

Los primeros pasos hacia la creación de máquinas moleculares los dio Jean-Pierre Sauvage en 1983, cuando consiguió vincular dos moléculas circulares para formar una cadena llamada catenano, explica la agencia de noticias DPA..

El pegamento que se utilizó para la construcción de estas estructuras en forma de cadena era un ión de cobre, señala el diario español El Mundo. Después, el ión de cobre se retira y los eslabones quedan unidos de forma mecánica, no química, y pueden moverse con libertad en lo que en el campo de la química se han llamado Catenano.

El escocés Fraser Stoddart pasó al siguiente nivel en 1991, al desarrollar un rotaxano, una arquitectura molecular mecánicamente entrelazada que consiste en una molécula con forma de mancuerna en la que el aro molecular era capaz de moverse a lo largo del eje formado por otra molécula alargada.

Este descubrimiento dio paso al desarrollo de una especie de ascensor molecular, un músculo molecular y un chip informático basado en moléculas.

Se trataba del primer motor molecular diseñado por el hombre. Obviamente a todas estas máquinas les faltaba un elemento clave para su funcionamiento: la energía. Stoddart y su equipo consiguieron pronto controlar a su antojo el movimiento provocado por una fuente de calor sobre el rotaxano.

Finalmente, en 1999 Bernard Feringa fue el primero que desarrolló un motor molecular que giraba continuamente en una dirección. El investigador de la Universidad de Groninga consiguió rotar con motores moleculares un cilindro de vidrio 10.000 veces mayor que estos. Además, en 2011 diseñó una especie de nanocoche con cuatro ruedas.

Feringa afirmó que las posibilidades para el futuro son infinitas, desconocidas, inimaginables aún.

Según Sara Linse, de la Academia de Ciencias de Suecia, con estos descubrimientos se abre la puerta al diseño de materiales inteligentes, capaces de cambiar su forma, sus propiedades o sus funciones dependiendo del tejido al que se unan o de las señales químicas que se les envíen.

“El sueño es diseñar robots diminutos que se puedan inyectar en un tejido e introducir fármacos en una célula determinada o detectar células cancerígenas, por ejemplo, pero hay muchos otros campos de trabajo, como el de los materiales inteligentes”, explicó Ben Feringa, uno de los premiados durante una conexión telefónica con el Comité del Nobel y la prensa.