Los australopitecos sediba no podían masticar alimentos duros

Uno de nuestros abuelos australopitecos, el sediba sudafricano, carecía de la estructura maxilar y dental necesaria para llevar una dieta de alimentos duros, según un nuevo estudio.

Hace nueve años, fue descubierto en Sudáfrica una nueva especie de homínido que fue bautizado como Australopithecus sediba. Según una investigación que se publicó en 2012, el sediba, que significa “fuente” en el idioma sudafricano sesotho, se alimentaba de hojas, frutos, frutos secos, cortezas de árboles y otras plantas.

Sin embargo, un nuevo estudio desarrollado por un grupo de expertos internacionales, liderado por la Universidad de Witwatersrand en Johannesburgo (Sudáfrica) y publicado en Nature, refuta esa idea tras observar que sus dientes y mandíbulas no podían estar adaptados a esa dieta. La nueva investigación describe mejor las características de esta nueva especie de homínido, que vivió hace menos de dos millones de años en terrenos boscosos y que podría ser un eslabón entre el hombre-mono sudafricano (Australopithecus africanus) y los primeros hombres.

Según el antropólogo David Strait, de la Universidad de Washington en San Luis, “la mayoría de los australopitecos presentaban adaptaciones increíblemente eficientes en sus mandíbulas, dientes y caras que les permitían procesar alimentos duros de masticar o romper. Sin duda eran capaces de morder eficazmente aplicando una gran fuerza”, explica.

Pero el Australopithecus sediba parece ser una excepción entre sus primos australopitecos, ya que su estructura maxilar le impedía aplicar grandes presiones al masticar. “Si hubiese intentado morder con todas sus fuerzas con sus molares, aplicando la máxima potencia de los músculos masticadores, se habría dislocado la mandíbula”, dice Justin Ledogar, de la Universidad de Nueva Inglaterra. El estudio ha llegado a estas conclusiones tras llevar a cabo pruebas biomecánicas del cráneo de un Australopithecus sediba en un programa de ordenador.

Los investigadores analizaron los restos de los dos esqueleto–un niño y una mujer– hallados en 2008 en una cueva de la región sudafricana de Sterkfontein, a 40 kilómetros de Johannesburgo, una zona declarada cuna de la humanidad por la gran cantidad de fósiles que alberga. Estas pruebas son similares a los test biomecánicos que se hacen hoy para medir la resistencia a la ruptura de aviones, coches y otros muchas máquinas. Aunque el trabajo no plantea la posibilidad de que el sediba sea un eslabón cercano a los primeros humanos, sí aporta pruebas sobre la influencia que tuvieron los cambios dietéticos entre los homínidos en el origen y evolución de nuestra especie.

Y es que los humanos también tenemos limitaciones en la fuerza con la que podemos morder o triturar alimentos, similares quizá a las de los más primitivos, mientras que otros australopitecos no tenías tantas limitaciones, lo cual implica que algunas poblaciones de australopitecos evolucionaron para fortalecer sus estructuras maxilares, mientras que otros, como el sediba, evolucionaron en la dirección opuesta.