Se puso de moda desde hace tiempo una manera muy cómoda, barata y pueril de hacer televisión: usar a internet como fuente y materia prima, mediante la compilación de imágenes de episodios caseros risueños (bloopers) o experimentos temerarios de todo tipo que terminan mal. Por suerte, no todo es pereza o patética búsqueda de fama fugaz.
Además de ensambladores de videos, hay gente que sabe de televisión y piensa cómo aprovechar de la mejor manera esta antología de torpezas repetida hasta el infinito en la Red y también en la pantalla. Así apareció en 2014 en la señal televisiva de la prestigiosa National Geographic (Nat Geo TV), como parte de una ola de propuestas ligadas a la búsqueda de explicaciones científicas a partir de hechos de la vida cotidiana.
Así nació La ciencia de lo absurdo, un programa que sale a buscar explicaciones rigurosas detrás de la dinámica de los bloopers y a mostrarnos que detrás del ridículo de una caída involuntaria o un accidente risueño también hay referencias conectadas con varias disciplinas e investigaciones serias. Para la versión argentina del programa, Nat Geo tuvo otra buena idea: convocar para la conducción a Marley, la figura local que mejor provecho saca de la sana costumbre de reírse de sí mismo. La llegada de una tercera temporada muestra que la idea funciona.
