La enfermedad boca, mano, pie

Esta enfermedad tiene mayor preeminencia en niños menores de cinco años y crea ampollas en la zona de las manos, pies y boca, principalmente.

Erupción con ampollas pequeñas en las manos, en los pies, en la boca y en la zona donde se coloca el pañal, acompañada de fiebre, dolor de cabeza, de garganta y pérdida de apetito. Estos son los principales síntomas del exantema vírico, una infección conocida popularmente como la enfermedad de boca, manos, pies y que tiene mayor preeminencia en los niños menores de 5 años aunque también puede producirse en edades más avanzadas.

Se trata de una enfermedad contagiosa causada por distintos virus y que se da cuando los niños todavía no tienen el sistema inmune completamente desarrollado, si bien también puede sufrirla los adultos. Aunque sus síntomas pueden ser alarmantes, especialmente por las erupciones y las úlceras en la boca y en la garganta, lo cierto es que se supera entre una semana y diez días sin tratamiento médico y sin consecuencias adversas.

Para tratarlo, lo principal es aliviar los síntomas, tan sólo hay que prestar especial atención a que los niños estén bien hidratados y nutridos, ya que las úlceras en la boca y en la garganta pueden hacer que dejen de beber agua. En ese caso es interesante la supervisión médica por si fuera necesaria una hidratación intravenosa.

Aumentar las medidas higiénicas
Además, es muy importante extremar las medidas higiénicas para evitar contagios entre el resto de la familia ya que al ser un virus, se puede contagiar por las secreciones de la nariz y de la garganta, por el líquido de las ampollas y por las heces. El contacto con superficies o juguetes manchados por un sujeto infectado a causa de estornudos o toses, los cambios de pañal o los besos y abrazos son caldo de cultivo para su propagación. Lavarse las manos periódicamente es el mejor aliado para atajar su propagación.

Así, durante la convalecencia, hay que prestar atención a la adecuada hidratación del niño y se pueden mitigar sus síntomas utilizando antimérmicos para tratar la fiebre y el malestar que genera. Los niños también pueden intentar enjuagues bucales de agua templada con media cucharada de sal que resulta calmante para las úlceras bucales.

En cualquier caso, hay que consultar al pediatra si pasados diez días la enfermedad persiste, si el niño está muy irritable, decaído o tiene dolor en el cuello o si la orina disminuye en cantidad y de color oscuro. En definitiva, lo es importante mantener la calma ya que las infecciones víricas sólo necesitan de tiempo, paciencia y mucho cariño para superarse.

Por JOAQUINA DUEÑAS