Será el sábado 10 de este mes, a las 21:30, en la Murga de la Estación con la obra “Los hombres vuelven al monte”.
Moschner es una de las grandes figuras del teatro misionero, que hace ya un tiempo reside en Buenos Aires, donde entre otras distinciones recibió la de de los premios Teatro del Mundo, de la UBA, en el rubro “excelencia en la actuación”.
Actor, director y dramaturgo, Moschner vuelve ahora con “Los hombres vuelven al monte” una obra que reconstruye dos historias: la de un hijo que se instala en el monte buscando a su padre que ha desaparecido, soportando el calor, el hambre y la sed hasta las últimas consecuencias. Y la historia de un héroe de Malvinas que se convierte en un bandido rural, escapando al monte para asaltar a los puesteros, cazar animales, incendiar pastizales.
Estas historias y todos los personajes que las construyen, habitan en el cuerpo de un solo actor. Un cuerpo que se despliega en el espacio infinito del monte hasta prenderse fuego y desaparecer.
Se trata de un relato poblado de voces, de cierta materialidad fantasmal, que asume y corporiza Moschner, quien hace sucesivamente del padre y el hijo que protagonizan la historia pero que mediatiza también personajes ocasionales que entran en diálogo.
Así (divertidísima) una empleada municipal que exige el sello del documento e invalida todo el pasado transcurrido en ausencia del timbre que rubrica el acto administrativo, la madre y el padre adoptivos, alguien que pregunta por la familia, las hermanas adoptivas, la madre del niño.
Moschner corporiza el texto, cuenta, relata y en su relato intervienen muchos, cada uno con su timbre, su color, sus características. La localización no es exacta, se trata de una zona guaranítica al Norte y posiblemente al Oeste de Curuzú Cuatiá, ciudad de referencia, último poblado amigo antes de la inmensidad del Sur y la guerra y lugar al que se retorna luego del conflicto bélico (aquel triste y vergonzante regreso de las islas) hasta llegar al pueblo.
La historia transcurre en la selva y sus bordes. A la selva huye el padre, excombatiente de Malvinas que con otro camarada perpetran un acto de sangre y escapan al monte en busca de refugio donde viven como una suerte de bandidos rurales de quienes llegan sus relatos, deformados por la distancia.
También a la selva va el hijo con la ilusión de encontrar al padre huido, a perderse en la inmensidad exultante de la naturaleza desbordada luego de estar perdido en el pueblo chato de la soledad, con la ilusión de hallar al progenitor, el que explique, el que sea la llave, el que aclare tamaño desconcierto en que se ha vuelto la vida.
El texto con el que está hecho “Los hombres vuelven al monte”, es sólido, capta con oído fino entonaciones, averiguaciones y aires de la familiaridad pueblerina, no desdeña el exceso o lo surreal pero siempre permanece enclavado en el lenguaje y las perturbaciones mentales de gente simple, de gente del campo, de los que viven arriba y tienen como referencia la cruz de Curuzú Cuatiá.
El trabajo de Moschner, yendo y viniendo, inquieto, siempre superado por un destino incontrolado, casi un Ferdydurke paisano y herido, con una variación de voces de distintos registros y nunca amanerada, es para el asombro y cada uno de los que asisten a la obra quedan, en efecto, asombrados.