Genios y figuras, hasta en sus epitafios

Los epitafios son ante todo un homenaje literario que los vivos le rinden a los muertos.

Los hombres de letras, cómo no, han creado en muchas ocasiones sus propios epitafios. Sus admiradores o seguidores, también lo han hecho. Son sentencias conmovedoras o demoledoras. Casi siempre son, por sí solos, piezas literarias y recuerdan, de una forma hermosa, la esencia de su obra.

Estos son algunos de ellos:
“Aquí yace el poeta Vicente Huidobro.  Abrid su tumba, debajo de su tumba se ve el mar”. Vicente Huidobro.

“Qué mudos pasos traes, ¡oh! muerte fría, pues con callados pies todo lo igualas”. Quevedo.

“Cuando pases por la tumba donde mis cenizas se consumen, ¡oh!, humedece su polvo con una lágrima” Lord Byron.

“… y cuando me vaya quedarán los pájaros cantando…” Juan Ramón Jiménez.

“Sólo le pido a Dios que tenga piedad con el alma de este ateo.” Miguel de Unamuno.

“Si no viví más, fue porque no me dio tiempo.” Marqués de Sade.

“O se va el papel tapiz, o me voy yo” Oscar Wilde.

“Luz, más luz” Goethe.

“Aquí yace Molière el rey de los actores. En estos momentos hace de muerto y de verdad que lo hace bien.” Molière.

epitafio de Vicente Huidobro

Por vanidad o como una declaración de razones, muchos de los grandes hombres de la historia han diseñado sus propios epitafios para ser recordados. Otras veces son sus hombres de confianza, sus seguidores o, incluso, sus propios enemigos o víctimas quienes se han dado a esa tarea. Aquí hay algunos ejemplos:

“Esta tierra cubre el cuerpo de Platón. El cielo contiene su alma. Hombre, seas quien fueres, respeta sus virtudes si eres honrado.”

“Basta esta tumba, para el que no bastaba el orbe”, tumba de Alejandro Magno.

“A Castilla y a León: Nuevo mundo dio Colón.” Tumba de Cristobal Colón.

“Estoy dispuesto a encontrarme con mi Creador. Si mi Creador está preparado para la gran prueba de reunirse conmigo, es otra cuestión.” Sir Winston Churchill.

“No envidies la paz de los muertos” Nostradamus.

“Invocado o no invocado, el Señor está presente”. Carl Gustav Jung.

“He representado bien mi papel. Despedidme pues de la escena, amigos, con vuestros aplausos”. Cayo Julio Cesar Octaviano AUGUSTO.

“No espero nada, no temo nada, soy libre” Nikos Kazantzakis.

“Arrebató el rayo a los cielos y el cetro a los reyes”. Benjamín Franklin.

Epitafios anónimos e ingeniosos

 

epitafios graciosos

Hay cientos de tumbas y de lápidas en el mundo que albergan epitafios sorprendentes. Algunos de ellos dan cuenta de algún aspecto de la vida de quien yace allí, o de sus deudos. Otros representan casi una venganza. La mayoría de los éstos dan muestra de gran ingenio y encaran la muerte de manera creativa. Aquí tienes algunos ejemplos:

“Con amor de todos tus hijos, menos Ricardo que no dio nada”. En una tumba del cementerio de Salamanca.

“Aquí yace mi mujer, fría como siempre.”

“Aquí yace uno que fue devotamente fiel del arte y del honor. No fue gran cosa en vida y ahora no es absolutamente nada.” (En la lápida de Castelli se lo escribe un amigo)

“Tanta paz lleves como descanso dejas.”

“Nada trajimos, nada nos llevamos, nada perdemos.”

“Necesité toda una vida para llegar hasta aquí.”

“That’s All Folks!” (Esto es todo, amigos)

Esa declaración final del epitafio tiene el sabor inefable del adiós eterno. La muerte, finalmente, le otorga un significado definitivo a cada vida, que el epitafio recoge. Quizás una manera interesante de sintetizar nuestra propia vida sería la de ensayar a hacer nuestro propio epitafio. Yo, por ejemplo, diría “siempre quise ir un paso más allá…”

¿Y el tuyo? ¿Cuál sería tu epitafio?