Érica Rivas: “No hago nada por la mitad. Soy una corredora de fondo”

Reconocida por sus trabajos en cine y teatro, la actriz protagoniza La luz incidente, que se estrenará mañana

¿Cómo reaccionar ante una pérdida de la magnitud de la que sufre Luisa, la angustiada protagonista de La luz incidente? Esa es la gran pregunta que plantea la nueva película de Ariel Rotter, que se estrena mañana luego de un auspicioso paso por el Festival de Rotterdam (Holanda) y de ser calificada por el prestigioso diario francés Le Monde como “una obra de arte”. Y suena atinada, legítima y acuciante, gracias a la brillante actuación de Érica Rivas , que pone cuerpo y alma en este rol difícil que, aún hoy, pasada la experiencia del rodaje, la sigue conmoviendo.

“Me acabo de maquillar para las fotos de esta nota y ya estoy llorando”, dice la actriz, luego de conectar muy rápidamente ficción con realidad: una de sus abuelas, rememora, vivió una situación similar, la muerte de alguien nítidamente irreemplazable. “Igual que Luisa, ella perdió a su marido y quedó pegada a ese dolor. No pudo recomponer nunca ni armar otra relación de pareja. Obviamente, la época es importante. Una mujer de la década del 60, como la de esta película, vivía en un entorno completamente diferente al de hoy. Pero aun así creo que ahora también te puede pasar, que si perdés de repente a alguien muy especial, quizá no puedas rearmar. ¿Por qué no?”
La luz incidente, un film en clave de jazz

Se supone que lo mejor para la protagonista de La luz incidente es “rehacer su vida”, como suele decirse. Y muy pronto aparece un candidato, el personaje que interpreta con mucha solidez Marcelo Subiotto. Pero está claro que ella no está preparada, y lo que parece ser un acercamiento motivado por un genuino interés romántico se va transformando de a poco en una especie de sutil acoso.

“La muerte del marido de Luisa es muy reciente. ¿Cómo se supone que debe hacer ella para enamorarse de nuevo tan pronto? Todo duelo lleva su tiempo. Pero además ella está en todo su derecho de quedarse estacionada en ese dolor”, opina Rivas. “Luisa necesita sobre todo fuerzas para seguir, porque tiene que acompañar el crecimiento de sus hijas. Por eso duda, y por eso también se hace eco de algunas de las presiones de su entorno para volver a formar pareja. Pero claramente le resulta raro ese acercamiento en el momento por el que está pasando. Alguien nuevo, extraño, entra en esa casa en la que todavía está muy presente la imagen de su ex compañero. Y este hombre que llega es bastante ambiguo. En Francia, de hecho, la película se estrena como Un hombre encantador, un título muy sugestivo.”
-Venís de recibir muchos elogios por tu papel en Relatos salvajes. También por tu rol en la obra Escenas de la vida conyugal. Se supone que no te deben faltar ofertas de trabajo. ¿Cómo elegís?

-Recibo ofertas, sí. Pero no siempre puedo fehacientemente hacer esos trabajos, aun cuando me interesen. Mi tiempo es limitado, soy madre de una niña de 15 años y tengo que estar presente ahí. Me han acercado últimamente un par de propuestas de televisión que me gustaban, pero las tuve que descartar porque ya tengo compromisos tomados para hacer cine. Cuando pasa eso me amargo un poco, porque yo la yugué bastante para llegar hasta acá. Me cuesta decir que no. Siento que estoy tirando comida a la basura.
-¿Y sentís que todavía tenés debilidades como actriz?

-¡Tengo miles! Obvio que estoy más segura que cuando empecé, pero siento que hay mucho camino por recorrer. Igual ya me saqué la costumbre de estar como un perro mojado que espera que le tiren un hueso. Soy consciente de que ya acumulé mucha experiencia, de que hice un montón de películas y tengo algo valioso para aportar. Me cuesta mucho mirarme con objetividad, de todos modos. Suelo darme con un caño. Me gustaría ser una actriz más versátil, por ejemplo. Y también, aunque eso ya no depende de mí, que el cine mainstream argentino tenga la calidad que tiene el independiente, en los guiones, las ideas y la técnica. Me gusta la idea de llegar a mucha gente, pero siempre con buenos materiales.
-Recién lloraste. ¿Siempre estás así, con la emoción a flor de piel?

-Sí, totalmente. Es algo de familia. Lo heredé de mi viejo y no lo puedo evitar. Soy muy exagerada, tengo que lograr refrenarme como se refrena a un caballo desbocado. Sobre todo cuando estoy en otros países donde la gente, si reaccionás tan visceralmente, te mira como si estuvieras loca. Pero es una sensibilidad que está cada vez más abierta. Y eso que hago varias terapias… (risas).

-Tenés mucha experiencia en teatro, desde que empezaste a principios de los 90. ¿Te sentís igual de cómoda que con el cine?

-Me gusta más ver cine que teatro, pero definitivamente prefiero actuar en teatro. Me parece que el teatro tiene un misterio muy especial. Lo que pasa en el tiempo presente de una obra es tan importante… Y exige una especie de comunidad mística entre todos los que participan: elenco y espectadores. El cine es más frío, más técnico. Claro que también se arman buenos grupos de trabajo, y que la imagen y el sonido tienen una contundencia particular en la pantalla grande. Vivimos una época en la que la imagen tiene mucha relevancia, medio que lo es todo. Por eso muchos colegas prefieren ante todo el cine. Pero quizá sea más lindo verlo que hacerlo. Tengo recuerdos hermosos de mis experiencias en obras como Un tranvía llamado Deseo, Escenas de la vida conyugal y Estoy maldita, una que hice sobre relatos eróticos de Marosa di Giorgio. Ahí me sentí como pez en el agua.

-¿Drama o comedia?

-Me siento más cómoda en la comedia. Cuando me conecto rápido en una comedia entro en una. Me fascino y puedo pasar horas laburando. Me embalo tanto que quedo agotada. Me gusta mucho mi trabajo, así que si además me estoy divirtiendo, le doy con todo. Es igual que con las emociones. Yo no hago nada por la mitad. Soy una corredora de fondo.

Los proyectos en puerta

Hay planes en la agenda de Érica Rivas. El rodaje de una película argentina de la que aún no quiere adelantar nada y un guión cuyo tratamiento inicial está terminado y en manos de una realizadora local. “Es la historia de una mujer anarquista de la época de la Segunda Guerra Mundial. Lo escribí con Cuini Amelio Ortiz, guionista que conocí cuando trabajé en Las lágrimas de mi madre, una película filmada en Alemania, dirigida por Alejandro Cárdenas Amelio. Quiero hacer el papel principal y meterme bastante en la dirección de actores en ese proyecto.”