El Flúor y su complicada historia

Los primeros intentos de aislar este elemento dejaron tras de sí una estela de químicos muertos, los llamados “mártires del flúor”.

El nombre actual del flúor proviene del latín, fluo, que significa fluir. Con esta palabra bautizaron en la edad media al “flúor espato”, un mineral que se utilizaba en las fundiciones para que el hierro se fundiera a menor temperatura y que también reduce la viscosidad del metal líquido, lo que lo ayuda a fluir con más facilidad a través de los canales y moldes. Como el flúor se aisló por primera vez a partir de este aditivo metalúrgico, a la que hoy en día nos referimos más a menudo como fluorita, se decidió dejarle como nombre la palabra latina del mineral.

Debido a su alta reactividad, no conviene estar alrededor del flúor sin unas medidas de protección muy estrictas. De hecho, los primeros intentos de aislar este elemento dejaron tras de sí una estela de químicos muertos, los llamados “mártires del flúor”.

Esto se debe a que el flúor reacciona vigorosamente con casi cualquier compuesto con el que entre en contacto, pero es especialmente peligroso cuando se une con el hidrógeno que contiene el agua para y da lugar al ácido fluorhídrico. Este ácido no sólo dificulta la manipulación del elemento al corroer cualquier material de laboratorio con el que entre en contacto, sino que también ataca el tejido orgánico expuesto a él. Los pulmones y los ojos son los primeros afectados por los vapores de ácido fluorhídrico, pero incluso el contacto del ácido a través de sólo 160 centímetros cuadrados de piel puede provocar el envenenamiento y la muerte.

Aunque hoy en día tenemos el flúor controlado, hay que tener en cuenta que los primeros químicos que trabajaron con este elemento tuvieron que descubrir sus peligros por las malas. Es por eso que el elemento fue aislado por primera vez 1886 tras 74 años de intentos fallidos y, en algunos casos, letales.

Pero, ¿es peligroso el flúor?
Llegados a este punto, es posible que os hayáis llevado las manos a la cabeza porque habéis recordado que el flúor está presente en vuestra pasta de dientes.

No os preocupéis, el flúor no os está corroyendo por dentro: en los productos destinados a entrar en el cuerpo humano no se utiliza flúor puro ni ácido fluorhídrico, por supuesto, sino compuestos inertes como el fluoruro de sodio. De la misma manera que el cloro y el sodio de la sal de mesa son muy peligrosos por separado, pero inofensivos cuando se unen para formar una molécula, estos compuestos que contienen flúor pueden consumirse en cantidades moderadas sin problemas.

Este es el mismo motivo por el que se añaden diminutas cantidades de compuestos de flúor al agua corriente: después de que se notara que en los lugares donde el agua presentaba más flúor de manera natural, la gente sufría menos problemas dentales, se empezó a tratar el agua con este elemento para mejorar la salud bucal de la población con un coste muy bajo. Es así de simple, por mucho que se empeñen en decir lo contrario algunas teorías conspiratorias.