El festival del siglo: los Stones y Dylan hicieron estallar el desierto de California

El Desert Trip arrancó con todo en el desierto de Indio, con una organización ejemplar. Cobertura exclusiva de La Viola. Por Julián Bourgarel.

Expectativas superadas. La primera fecha del Desert Trip (o Festival del siglo de los siglos de los siglos) dejó un saldo extremadamente positivo. Desde temprano quedó demostrado que los yanquis la saben lunga en materia de organización de megaeventos. La gente no tardó más de diez minutos en retirar su entrada comprada por Internet (eso sí, a cuatro kilómetros del predio del show).

Al llegar al lugar estacionamiento gratis, sin espera. Después de una caminata (algunos contrataban carritos tirados por bicis para no caminar por 8 dólares) de casi diez cuadras de tierra bajo el sol asesino del desierto y sus 38 grados, llegamos el predio. Entrar era un trámite: sin colas, un detector de metales y apoyar la pulsera (que es la entrada) en un lector digital.

Adentro hay: de todo. Una oferta gastronómica impresionante y para todos los gustos. Cerveza de cualquier estilo y color. Merchandising de lo que uno quiera. Eso sí: saladísimo. Dos birras y dos buenas hamburguesas arañaban los 100 dólares. Todo en un marco de buena onda total: chicas vestidas de fiesta y caballeros algo zarpados de alcohol. La gente ya la pasaba bien antes de que sonaran los primeros acordes de Bob Dylan.

El festival arrancó oficialmente con el Gran Bob sentado en el piano. Para los jóvenes que mucho no lo conocen (y esto vale aclararlo porque muchos de los que asistieron al Desert Trip lo miraban entre aburridos e incrédulos), Dylan es el ídolo de todos los ídolos del rock. O sea, es el dios de los dioses. Como si hiciera falta una prueba de esto, en su set list se pueden escuchar “Make you feel my love”, que ahora suele interpretar Adele, o “Masters of war”, que de vez en cuando toca Pearl Jam.

Con una puesta muy austera, Bob maneja los climas como quiere: logró que 75 mil personas se sintieran como en un barcito escuchándolo. Después se cansó de verse en las pantallas, que empezaron a proyectar otras imágenes en blanco y negro, y ahí el clima, para los que pagaron la entrada más barata y lejana, cambió a una especie de cine abierto musicalizado con muy buen gusto. Sin decir ni hola, ni chau, ni nada, terminó su set y apenas se escucharon algunos aplausos porque la gente esperaba que volviera.

Después llegaron los Stones y dieron vuelta todo: los temas medio tiempo de Dylan le dejaron lugar a la furia de Start me up. Además, hubo lugar para el estreno de “Ride ´em on down”, un cover de blues del disco que viene. Y una hermosa perlita: “Come together”, de Los Beatles, rolingueada hermosamente. “Bienvenidos al geriátrico de Palm Springs para caballerosos músicos ingleses”, dijo Jagger y todos se cagaron de la risa. Y la fiesta Stone siguió con todo.

Este sábado las 75 mil personas que cantaron con los Stones (que aburrido y frío es el público de todos lados comparado con el argentino) volverán a juntarse en Indio. Será el turno de Paul McCartney. Será el turno de Neil Young. Será, otra vez, rock and roll.