El complejo acto de conducir

Te contamos qué capacidades cerebrales se ponen en funcionamiento para conducir sin riesgos.

El acto de conducir involucra un alto nivel de concentración y requiere, además, de diversas capacidades físicas y motoras, cognitivas y emocionales.

En principio, la capacidad motora para manejar los comandos del vehículo y la coordinación ojo-mano que permite, por ejemplo, mover el volante lentamente, cambiar la marcha y mantenerse dentro de los carriles preestablecidos.

Otra de las condiciones es la capacidad visual, de manera de percibir el entorno y el escaneo visual que es la capacidad de determinar cómo se encuentran dispuestos los objetos en el espacio.

“Necesitamos agilidad en la velocidad de procesamiento de la información, capacidad de reacción y tiempos de respuesta rápidos para poder solucionar de forma inmediata las demandas que nos pueden surgir”, explican desde el Servicio de Neurorehabilitación del Hospital NISA Valencia al Mar, en Valencia.

Entre otras capacidades, este centro de salud especifica aquellas relacionadas con la atención y memoria.

1.- La atención sostenida del conductor hace posible mantenerse alerta en los trayectos largos y aburridos. En cuanto a atender a la información relevante para conducir e inhibir el resto de los estímulos, se ocupa la atención selectiva. Por último, para controlar al mismo tiempo lo que sucede delante de nosotros como las señalizaciones, los espejos retrovisores, los cambios en la marcha y además hablar con el copiloto es necesaria la atención dividida.

2.- La memoria interviene para recordar lo que aprendimos, entender las señales y orientarnos. También, la memoria de trabajo mantiene la información en línea y operativa y las funciones ejecutivas las integran y dan significado para anticiparnos a problemas y tomar decisiones como reducir la velocidad cuando se presentan obstáculos en el camino. Además, para estimar tiempos y velocidad o decidir cuando adelantarnos o incorporarnos a una autopista.

Finalmente, es fundamental ser conscientes del estado psicofísico y emocional en que nos encontramos, para detectar signos de fatiga y porque puede interferir en la falta de concentración.