Andy García: “El padrino fue una de las razones por las que quise ser actor”

El actor de origen cubano protagoniza la comedia de acción de Netflix True Memoirs of an International Assassin

Siempre tuve un sueño: hacer cine. Quería no sólo actuar, sino también dirigir y hacer proyectos que para mí fueran importantes. Tuve la bendición de cumplir mis sueños, pero sigo soñando”, dice Andy García. El padrino III, Los intocables, Cuando un hombre ama a una mujer y La gran estafa son apenas una mínima muestra de la ecléctica y prolífica filmografía del actor. A su larga lista de trabajos en cine y televisión se suma ahora True Memoirs of an International Assassin, una película original de Netflix, que ya está disponible en el sistema de streaming. En esta comedia de acción sobre el escritor (Kevin James) de una novela sobre una asesino internacional, que es confundido por un temible sicario real, García interpreta a El Toro, un revolucionario que quiere matar al presidente de Venezuela.
“Este tipo de personaje siempre ha existido en la historia, todas las diferentes culturas han tenido diferentes versiones de él -dice el actor-. Pero específicamente en América latina esa dinámica de revolucionario estuvo muy presente en muchos países y, por supuesto, también en Cuba, donde yo nací. Así que trabajé el personaje a mi manera, porque muchos actores pueden hacer el papel de Hamlet, pero cada uno le da su vuelta. Tuve la oportunidad de trabajar un poco con Kevin sobre nuestras escenas, para traer una dinámica que no estaba en el guión, cierta idea que tenía referente al personaje y cómo luce. Yo lo veía diferente y le di mi vuelta.”

 

El actor cuenta que tenía muchas ganas de hacer una comedia, género del que es fanático: “Siempre me gustó la comedia y empecé cuando era muy joven, en Los Ángeles, haciendo improvisaciones en The Comedy Store, cabarets y otros lugares. Pero luego mi carrera arrancó con papeles dramáticos y la gente te encasilla como actor dramático. El actor siempre está buscando oportunidades para pintar distintos colores”.

-Trabajó con grandes directores, incluidos algunos del Hollywood de los 70, como Coppola, De Palma y Ashby, aunque las películas que hizo usted fueron después de esa época, ¿cómo fue la experiencia con estos cineastas?
-Fue una bendición porque fueron los directores que me motivaron a querer ser actor e involucrarme en el cine. Ashby y Coppola tuvieron mucha influencia sobre mi persona y sobre mi arte. Ashby me dio mucha libertad y responsabilidad con respecto a mi personaje y esa película, Morir mil veces, que no se vio mucho, me abrió varios caminos porque se habló un montón de ella dentro de la industria. De ahí salté a Los intocables, que tuvo mucho éxito y entonces me ayudó a convertirme en un actor que la gente puede reconocer. El padrino fue una de las razones principales por las que quise ser actor, así que poder trabajar con Coppola, en la tercera parte, y ser el propio padrino es como que me pasó la mano de Dios, como dicen. Como Maradona, ¿no?


-¿Fue intimidante entrar en ese mundo de El padrino después de ser fan de las otras dos películas?

-Fue un honor y un privilegio, más bien. Pero yo había luchado muchísimo y me había preparado durante muchos años para tener una oportunidad así. Lo que estaban buscando para ese papel cuadró bien con mi energía y con lo que trabajé en la audición. Entendía bien el papel y Coppola me apoyó. Había hecho tres películas para Paramount y el jefe del estudio, Frank Mancuso padre, cuyo hijo era productor de la película, vino a un rodaje y me dijo que él quería que hiciera el papel de El padrino III. Pero fue un proceso de seis meses para conocer a Coppola y hacer las pruebas de cámara para que me dieran el trabajo. El presidente del estudio me apoyaba, pero Francis era quien tenía el derecho de elegir.


-¿Cómo repercutió el hecho de ser latino en la posibilidad de conseguir distintos papeles? Tuvo una historia particular con Los intocables.

En Los intocables habían visto el personaje que hice con Hal Ashby, que era hispano y era un matón. Entonces me hablaron para hacer el papel de un matón de Al Capone. Era italiano, no hispano. Cuando leí el guión, quise hacer de George Stone, que era uno de los intocables, de origen italiano. Tuve que luchar para conseguir ese rol. En los 70, cuando yo empecé a buscar trabajo, los personajes con cultura hispana casi no existían en las historias. Había mexicanos de pandillas. Fue muy difícil para mí porque cuando iba a una audición me decían que no parecía un pandillero mexicano. Los que se presentaban eran actores a los que les daba el físico para eso o personas que realmente eran miembros de pandillas, que se habían dado cuenta de que había una oportunidad ahí. Fue difícil, como tenía el apellido García no me consideraban para papeles que no fueran latinos. Luché casi siete años hasta conseguir el trabajo con Hal Ashby.


-¿Qué directores tuvo en mente cuando empezó a dirigir?

-Para mí, trabajar con todos los realizadores con los que trabajé fue como una clase magistral. Empezando por Hal Ashby, que me dejaba ir con él a ver lo que se había filmado cada día y me involucré en el proceso. Con Ridley Scott iba a la sala de edición cuando estaba trabajando. Si uno tiene interés en la dirección, ahí tiene la oportunidad de aprender. También iba a las proyecciones con Gordon Willis, el director de fotografía de El padrino III. Tomé la iniciativa de ver cómo era todo en la dirección de una película. Tuve la oportunidad de trabajar con maestros del cine. Es una escuela constante. Después, por supuesto, también ver cine. Soy fanático de directores que murieron hace muchos años. Por ejemplo, las comedias de Peter Sellers, Buster Keaton o Jacques Tati, que también eran directores.