Trump tildó de “fantastic” el encuentro con Francisco

Se reunieron a puertas cerradas durante 27 minutos, y trataron temas como terrorismo y cambio climático. El presidente luego partió a Bruselas.

El Papa Francisco y el presidente norteamericano Donald Trump, dos personalidades antitéticas que piensan netamente diferente en los principales temas que dominan el escenario mundial, conversaron a solas solo 27 minutos esta mañana, demasiado poco para abordar a fondo cuestiones como la paz, el cambio climático, las migraciones y otros asuntos cruciales. Pero el diálogo fue suficiente para establecer entre ambos un clima cordial que, según dijo el pontífice hace algunos días, puede dar grandes frutos “paso a paso” para obtener de Trump posiciones menos duras. Como siempre, el jesuita Jorge Bergoglio cree más en abrir procesos que en conformarse solo con producir hechos.

Claro que después de los trágicos hechos en Manchester, el Papa y Trump hablaron sobre terrorismo, ambos conmovidos por el atentado en Gran Bretaña.

“El encuentro con el Papa fue fantástico. Es una gran persona. Italia me está gustando mucho”, resumió, al finalizar la visita al Vaticano.

El escenario de la conversación, con la mediación de un monseñor que ofició de interprete español-inglés, fue la biblioteca pontificia del Palacio Apostólico vaticano. Trump llegó puntual cinco minutos antes de las 8,30 previstas para la audiencia (cinco horas menos en la Argentina), acompañado por una comitiva de doce personas.

Su esposa Melania y las otras tres mujeres de la delegación, vestían rigurosamente de negro con coquetas mantillas cortas que les cubrían la cabeza, como marca el protocolo vaticano. (Solo las reinas católicas visten de blanco). Los musulmanes deben haber tomado nota negativamente que Melania y la hija de Trump, Ivanka, se negaron a vestir el velo cuando acompañaron al presidente norteamericano hace tres días en Arabia Saudita y saludaron al rey. Melania es católica e Ivanka se ha convertido al judaísmo.

Contrastó la formalidad fría del comienzo con la calidez del final. El Papa lo saludó con su inglés trastabillante y Trump le respondió: “Es para mi un gran honor estar aquí”. Donald y su comitiva habían llegado a la biblioteca tras el paseo con gentilhombres de su santidad de frac y los guardias suizos que hacían escolta, aunque se trataba de una visita privada y los oropeles vaticanos eran limitados. Los norteamericanos miraban admirados las paredes afrescadas, las estatuillas y los cuadros del lugar.

Francisco y Trump tras saludarse se encerraron a solas en la biblioteca y 27 minutos después el cara a cara concluyó. Según había declarado el arzobispo argentino Marcelo Sánchez Sorondo, el Papa tenía preparado un tema especial: el del cambio climático. Jorge Bergoglio seguramente le planteó la necesidad de defender la frágil naturaleza del clima que pone en peligro casi inminentemente el futuro del planeta. Trump como se sabe está en la posición opuesta, defiende la línea de los grupos de presión petroleros y carboníferos, quiere desvincularse del acuerdo de París de 2015 que firmó Estados Unidos.

Cuando llegó la hora de intercambiar los regalos, Bergoglio obsequió especialmente a Trump con su encíclica ecológica Laudato si y un libro con escritos de Francisco sobre “la atención de nuestra casa común, el medio ambiente”.

También la tragedia de los millones de migrantes que huyen de las guerras y el hambre fue evocada por el pontífice, que había tenido un choque frontal con Trump durante la campaña electoral norteamericana, a comienzos del año pasado, cuando Francisco celebró una misa en la frontera entre México y EEUU. Al regresar de su viaje a México, el Papa comentó el anuncio de Trump de que construiría un muro en el confín. “Quien levanta muros y no construye puentes no es un cristiano”, dijo Francisco.

Hoy la relación mejoró porque el Papa cree que Trump ha cambiado muchas veces de posición y ahora se puede lograr que cambie de nuevo en estos temas tan difíciles para la humanidad. Sin embargo la primera propuesta presupuestaria del presidente de EE.UU. para 2018, conocida ayer, incluye profundos recortes de los programas de ayuda humanitaria, de salud global y de combate al cambio climático, además de reducir en más de la mitad la contribución norteamericana a las misiones de paz en la ONU.

Esta última es una pésima señal que pesó como plomo en el Vaticano esta mañana.

Seguramente, los 50 minutos en que Trump estuvo reunido después de su encuentro con el Papa con el secretario de Estado, cardenal Pietro Parolín, fue lo suficientemente largo como para profundizar los argumentos. Se agregaron también los conflictos regionales, que en la América Latina tienen ante todo la crisis venezolana que arrastra a Cuba, que ha entrado en una recesión del 0,9% en 2016 y que se prolongará este año y el que viene si el régimen venezolano sigue mandando petroleo a precios de favor con cuentagotas. Si el régimen de Maduro cae, para Cuba la situación se hará mucho más difícil.

La hija de Donald, Ivanka, mientras su padre visitaba en el Palacio del Quirinal al presidente italiano, Sergio Mattarella, fue hasta la sede de la comunidad de San Egidio, en el barrio del Trastevere, para encontrarse con un grupo de mujeres que han sido liberadas de la trata de nuevos esclavos, que es otro aspecto terrible de las gigantescas desigualdades sociales a nivel internacional y de los movimientos migratorios que crecen por la persecución política, las guerras y el hambre.

Ivanka, a quien ya los periodistas bautizaron la Primera Hija, por el rol descollante que cumple en el entorno de su padre y la visible crisis del matrimonio de Trump con Melania, que sería la Primera Dama. En Israel primero y al llegar a Roma ayer por segunda vez, Melania se negó a tomar la mano que le tendía su marido.

Dicen que Melania le pidió en una carta al Papa que bendijera un objeto familiar. Francisco lo hizo y ella le habló en voz baja, seguramente confirmando su fe católica, mientras que Donald es un cristiano presbiteriano.

En el intercambio de regalos, el Papa dio a Trump una medalla de bronce con un ramo de olivo, que los papas obsequian a los jefes de Estado.”Esto se lo regalo para que sea un instrumento de paz”, le dijo.

También le dio varios libros y textos de sus encíclicas.

Trump a su vez le regaló una primera edición de escritos de Martin Luther King, el héroe del pacifismo y la lucha de los negros por la igualdad en los años 60, que fue asesinado por un racista blanco. “Espero que le gustarán”, le dijo.

Melania buscaba en ese breve encuentro dialogar con el Papa. Es visible que la esposa presidencial sufre una crisis en la relación con su marido y se muestra muchas veces ausente y deprimida. Al despedirse del Papa, Francisco le preguntó bromeando y refiriéndose a su marido, famoso glotón: “Le das de comer ‘putiza’ (dulce)?” Ella sonrió. “Pizza, sí”, respondió.

Trump, la Primera Hija Ivanka y su marido, Melania y los otros miembros de la delegación norteamericana, después de audiencia del presidente con el secretario de Estado Parolín, fueron a admirar la Capilla Sixtina, con los maravillosos afrescos de Miguel Angel.

Más tarde Trump se dirigió al Palacio del Quirinal para encontrar al presidente italiano Sergio Matarrella. Melania fue al hospital Bambin Gesú a ver a los pequeños enfermos e Ivanka a la Comunidad de San Egidio.

El Papa en cambio, respetó al minuto su cita semanal con los fieles en la audiencia general que se celebró en el Vaticano. Su homilía tuvo momentos filosos, aunque no habló del encuentro con Trump. “La Iglesia escucha a todos, no es una ciudad fortificada. Camina en su ambiente más vital, la calle. Cuando estamos sin horizonte, con un muro adelante, Jesús está allí”.

El presidente Trump se entrevistó más tarde en la villa Taverna, residencia del embajador norteamericano en Roma, con el primer ministro Paolo Gentiloni, quien ya lo había visitado en Washington. En las primeras horas de la tarde, partió hacia Bruselas, donde mañana participará de la reunión de la OTAN, la alianza militar occidental.

Ivanka se queda esta noche para una cena con amigos en Roma y mañana parte de regreso a Washington.

Viernes y sábado, Trump volverá a Italia, a la ciudad siciliana de Taormina, donde será la figura dominante de la cumbre de los Siete Grandes (G7) países capitalistas: EE.UU, Japón, Alemania, Francia, Gran Bretaña, Canadá y el anfitrión italiano. Después regresará a Washington.

Por: Julio Algañaraz