River jugará la final de la Copa Argentina tras golear a Morón

Aun herido en el alma, River era más que Morón. Por historia, estructura, recursos económicos, sponsors y cantidad de hinchas, claro. También, por la jerarquía individual. Entonces, se planteaba un duelo sin equivalencias al pie de la Cordillera. ¿Le alcanzaría el esfuerzo al sorprendente Gallo de la B Nacional para emparejar la serie? Patronato, San Lorenzo, Unión y Olimpo habían quedado en su camino. ¿Quién podía quitarle la ilusión a esos diez mil fieles que desafiaron la distancia e hicieron del Malvinas Argentinas una sucursal del Francisco Urbano? Se dio la lógica, finalmente. En tres minutos, River se aseguró el pase a la final de la Copa Argentina. Y ante Atlético Tucumán buscará ser el bicampeón de este fantástico torneo.

 

El partido tuvo un trámite previsible. River con la tenencia, intentando hacer circular el balón con la mayor precisión posible y acelerando en los metros finales de la cancha, por afuera con Gonzalo Martínez o Carlos Auzqui. Morón, agrupado atrás, entregado al bochazo y apostando a la segunda pelota. En ese contexto, el coloso de la banda roja necesitó casi cuarenta minutos y la vista poco aguda del árbitro asistente Yamil Bonfá para cristalizar en el marcador esa superioridad que había mostrado en el juego, más allá de su falta de claridad. Porque el Gallo se había mostrado como un rival incómodo a bordo de dos líneas de cuatro. Hasta que Nacho Fernández, en claro offside, definió en soledad después de un desborde del Pity, el más punzante. No levantó la bandera el juez de raya. Y el Goliat de la noche dejó sin chances al David. La fábula, esta vez, no tuvo final feliz para el más pequeño.

 

No había jugado bien River. Porque De La Cruz nunca se hizo eje del juego, perdido en el embudo que planteó Morón. Entonces, Nacho Fernández tomó la responsabilidad de conducir al equipo, que encontró sus mejores posibilidades por las bandas. Auzqui no las aprovechó. Terminó todas mal. Pity, en cambio, fue incisivo. Como se hacía muy difícil tratar de desestabilizar al adversario por abajo, empezó a agredir con las pelotas cruzadas. El primer gol, más allá de que fue ilícito, llegó a través de un envío de Casco del centro a la izquierda y un pase atrás de Martínez.

 

El segundo, también. Morón volvió a quedar enganchado. Tiró el paso adelante, pero De La Cruz picó en el momento exacto y cruzó el buscapié para que Maidana, detrás de todos, la empujara al gol. Esta vez, no había derecho al pataleo. Todos estaban habilitados. Y River se fue al descanso ganador, casi sin haber pasado rubores, más allá de la pelota que tapó Lux en el arranque. Punto para un arquero cuestionado, apuntado por no salvar partidos. Si no hubiera estado atento para meter el manotazo ante el disparo del Rengo Díaz, la historia habría sido muy distinta en Mendoza. Su tapada fue reivindicatoria.

Obligado a salir de su zona de confort, Morón adelantó líneas. Pero se quedó sin resto. Y ni cerca de la brillantez estuvo River, pero siempre dio la sensación de que podía marcar el tercero. Lo logró el colombiano Santos Borré, en el último instante. Y le dio formato de goleada a un partido que sirvió para dar vuelta la página negra y soñar con otro título.

Por Daniel Avellaneda