Obesidad: el fenómeno de las porciones

La mente humana ve naturalmente los alimentos en unidades de consumo, ya sea un caramelo con envoltorio o un plato de comida servido.

«Las comidas largas crean vidas cortas» (Rabelais)

Gargantúa y Pantagruel, padre e hijo creados por Rabelais, estarían muy felices en nuestros días. Es que aunque el escritor francés fue un inventor de hambres imposibles y dipsomanías (abuso de bebidas alcóholicas) legalizadas, era médico y, como tal, era un crítico de los excesos.

Cuando hablamos de comer en exceso y de obesidad, nos referimos a exceso de calorías consumidas -y por supuesto sedentarismo obligado por la lógica de la modernidad-, contexto y medio ambiente.

La gente ve un paquete o porción como la cantidad aceptable para comer, y la consume. Esto se debe a que hay determinantes ambientales que afectan drásticamente el volumen de alimentos que consumimos. Este es un aspecto fundamental de la elección de la comida. La heurística como solución nos ha atrapado. La mente humana posee mecanismos para facilitar la sobrecarga de trabajo. Utilizamos “atajos mentales” para simplificarnos la vida. Con esa estrategia cerramos un tema -el de la porción- y continuamos con el resto de nuestros pensamientos y comportamientos. Esta heurística es lo que se denomina sesgo de unidad.

 

Es que la gente elige y presumiblemente come mucho más cuando se le ofrece una unidad de tamaño grande que cuando se le presenta una pequeña. El sesgo de unidad se puede ver en todos los tipos de consumo, no solo en el de comida. Este sesgo deriva, además, de lo que se considera culturalmente apropiado. Podría explicar por qué el tamaño porción de los franceses es mucho menor que el de los estadounidenses. También sería efectivo en el control de la cantidad que se consume. La mente humana ve naturalmente los alimentos en unidades de consumo, ya sea un caramelo con envoltorio o un plato de comida servido. Se ha investigado que en presencia de alimento ilimitado y gratuito, cuando se cambia el tamaño de las porciones, ya sea ofreciendo un sándwich entero o medio empaquetado, la gente verá la porción ofrecida como una “unidad”. La gente toma y come un sándwich entero o la mitad del mismo y están suficientemente satisfechos con la porción ofrecida sistemáticamente como unidad.

Lo mismo sucede si se presenta helado en porción pequeña (una bocha de helado en lugar de 1/4 kilo). Tenemos una norma de consumo forzada culturalmente que promueve tanto la tendencia a completar la unidad como la idea de que una sola unidad es la cantidad correcta de comer.

La aplicación del concepto: la porción justa

Estudios sistemáticos han demostrado que proporcionar a los individuos porciones más grandes de alimentos genera un aumento sustancial de ingesta de energía. Si el efecto se mantiene, las porciones pueden tener un papel en el desarrollo de la obesidad. Por lo tanto el desafío es encontrar estrategias para manejar eficazmente los efectos del tamaño de las grandes porciones.

Un enfoque consiste en enseñar a las personas a seleccionar las porciones apropiadas y a utilizar herramientas que faciliten el control de las porciones. Sin embargo, nuestra mente nos traiciona y, ocupada en otras tareas “importantes”, ignora el control y consumimos de más.

 

Otro que pareciera más eficaz por no depender totalmente de nuestro control voluntario es usar alimentos pre-porcionados para minimizar las decisiones sobre la cantidad de comida a consumir. Un número de ensayos controlados aleatorizados ha demostrado la eficacia de esta estrategia.En 1996, Wansinkmostró que el tamaño del paquete influía en la cantidad de comida que ingerían las personas. Algunosestudios indican que paquetes pequeños -de 100 calorías- se asocian a menor consumo energético, especialmente en personas con sobrepeso.

Por último, es importante resaltar que una mejor comprensión de los mecanismos neurocognitivos y psicosociales que subyacen al sesgo de unidad, ayudaría a prevenir y tratar la obesidad. Este es un desorden neurocognitivo y metabólico. Por eso resulta necesario jerarquizar el comportamiento alimentario, no solo el metabolismo, e impulsar la investigación en el área para poder frenar esta epidemia a tiempo.

Por: Dra. Mónica Katz