En Japón se imponen los hoteles para cadáveres

Las habitaciones minimalistas del Hotel Relation en Osaka, la tercera ciudad más grande de Japón, están amuebladas con austeras camas gemelas. Televisores de pantalla plana adornan las paredes. En el baño hay vasos y cepillos de dientes. Y justo del otro lado del pasillo, están las habitaciones donde descansan los cuerpos.

La hora de salida, para vivos y muertos, es a las 15.

Hotel Relation es lo que los japoneses llaman un “itai hoteru”, u hotel para cadáveres. Aproximadamente la mitad de las habitaciones están equipadas con pequeños altares y plataformas para colocar ataúdes. Algunos ataúdes tienen tapas transparentes para que los dolientes puedan ver al interior.

En parte morgue y en parte pensión, el hotel atiende a japoneses que buscan una alternativa a los grandes funerales tradicionales en un país donde la población envejece con rapidez, los lazos comunitarios se desintegran y los crematorios batallan para dar abasto con el número de gente que muere.

Por costumbre, las familias japonesas llevan los cadáveres de sus seres queridos del hospital a la casa y realizan un velorio durante la noche seguido por un rito a la mañana siguiente en compañía de vecinos, colegas y amigos. El cuerpo entonces es cremado. Pero al tiempo que los lazos vecinales se debilitan, los funerales que alguna vez involucraban comunidades enteras son cada vez más el ámbito de familias pequeñas y nucleares. Al mismo tiempo, la sociedad nipona envejece con tanta rapidez y las muertes por año aumentan tanto que las familias en ocasiones tienen que esperar varios días antes de que un cuerpo pueda ser cremado.

Los hoteles para cadáveres ofrecen una solución —un lugar donde se puede guardar un cadáver a bajo costo hasta que el crematorio esté listo y donde se pueden realizar funerales y servicios religiosos pequeños y baratos fuera del hogar.

“Podemos decir que la oferta no satisface la demanda”, principalmente en las zonas urbanas, dijo Hiroshi Ota, de la Sociedad de Crematorios Ambientales de Japón. Aunque Japón tiene alrededor de 5100 crematorios, Tokio tiene apenas 26 para una población de más de 13 millones.

Tras la cremación, las familias por lo general guardan las cenizas en casa durante 49 días antes de un sepelio en un cementerio. De acuerdo con la tradición budista, se cree que los muertos llegan al siguiente mundo en el día 49.

Cuando Hajime Iguchi murió a los 83 años el año pasado, su hermana y su cuñado realizaron el velorio y el funeral en Sousou, un hotel para cadáveres en el suburbio de Ciudad Kawasaki, en Tokio. Iguchi, soltero toda su vida, había fallecido en un hogar para ancianos y le quedaban pocos amigos.

“Solíamos tener funerales en casa”, dijo su hermana Kunie Abe, de 73 años. “Todos los vecinos solían conocerse y ayudarse entre sí. Pero ahora, uno ni siquiera conoce a su vecino de al lado”.

Es probable que crezca la demanda por los “itai hoteru”. El año pasado, 1.3 millones de personas murieron en Japón, un incremento del 35% en comparación a 15 años antes, y se anticipa que la cifra anual aumentará hasta alcanzar un nivel máximo de 1.7 millones en 2040.

Alrededor del 37% de las mujeres japonesas que fallecieron el año pasado tenían más de 90 años, con pocos amigos que lloraran sus muertes. Y cerca de una quinta parte de los hombres japoneses jamás se casan ni tienen hijos, dejando atrás pocos parientes que puedan planear funerales. El número de gente que muere sola también va en aumento. En Tokio, por ejemplo, el número de personas mayores de 65 años que murieron solas en casa aumentó más del doble entre 2003 y 2015.

En la ceremonia de Iguchi, un monje realizó los cánticos fúnebres mientras su cuerpo descansaba en un ataúd con un interior forrado en satén blanco. Cinco parientes estaban sentados cerca en sillas plegadizas. Entonces, se levantaron y colocaron flores y grullas de origami sobre su cuerpo, creando una brillante guirnalda alrededor de su cabeza y sobre su pecho. Abe, su hermana, se acercó a la oreja de su hermano. “Hasta luego”, susurró.

POR MOTOKO RICH