El baile de los polos magnéticos

Hay pocos lugares en el mundo en los que una brújula apunte exactamente hacia el polo norte geográfico. Te contamos por qué.

Las brújulas son una herramienta muy útil si estás intentando orientarte cuando el mundo se empeña en no darte ninguna pista que te permita deducir tu posición. Una de estas situaciones podría ser, por ejemplo, la de un marinero que se encontrara en medio del océano embravecido, por la noche y con el cielo nublado.

Las primeras brújulas rudimentarias fueron inventadas en China durante el reinado de la dinastía Han (221 a.C.-206 a.C.) y se importaron a Europa allá por el siglo XI. Como es normal, esa aguja que se movía sin causa aparente despertaba la curiosidad de los que la usaban: había quién creía que las brújulas apuntaban hacia una isla magnética situada en el norte y otros decían que se veía atraída directamente por la estrella polar. Pero el primero en proponer que el origen del campo magnético estaba en el interior de nuestro propio planeta fue el filósofo natural y médico William Gilbert que, después de hacer experimentos con esferas de magnetita, sugirió que las brújulas apuntaban hacia los puntos del planeta en los que una aguja imantada se mantendría vertical.

Pero resulta que orientarse con una brújula no es un método del todo fiable porque los polos magnéticos no están alineados con el eje de rotación de la Tierra, sino desviados unos 10º. Por tanto, una brújula sólo apuntará directamente hacia el norte geográfico en los lugares donde el polo norte magnético, el geográfico y la brújula estén alienados. Además, para acabar de rematar el asunto, la posición de los polos magnéticos va cambiando ligeramente cada año.

Actualmente el polo norte magnético se encuentra en medio del océano Ártico, a unos 420 kilómetros del polo norte geográfico, y se mueve en dirección a la costa rusa a un ritmo de entre 50 y 65 kilómetros anuales. Por otro lado, separados por unos 2.800 kilómetros, el polo sur magnético está aún más lejos del polo sur geográfico, moviéndose entre 10 y 15 kilómetros anuales en dirección noroeste. Estas variaciones en la posición de los polos magnéticos se deben al hecho de que su origen está en el movimiento de la masa de hierro y níquel fundidos que conforman el núcleo externo del planeta: la disposición de todo ese material líquido está en constante cambio y, por tanto, el campo magnético al que da lugar se ve afectado.